El divorcio está desde el día en que te casaste, te acompañó a la boda y en todos los demás días, solo que se mantenía en silencio. Con cada acción le fuimos dando cuerda y voz, cada gesto equivocado, cada llegada tarde y cada grito le fueron dando fuerza y alimentándolo. El divorcio es un proceso lento lleno de micro ofensas que van llenando una bolsa que parece que nadie carga pero se guarda en los cajones de nuestra alma.  

El matrimonio es una joya de diario mantenimiento, y es tu responsabilidad cuidarlo, Nadie más puede hacerse responsable de su brillo y pulida. Un matrimonio que se ha golpeado el alma por años necesita cirugía celestial, no hay enfermedad que no se pueda extirpar en un matrimonio si se pone en las manos del médico de médicos y claro que debo aceptar que puede dar miedo que nos extirpen todo lo maligno, y con justa razón, ya que llevas tanto tiempo con ese dolor que sientes que es tuyo y hasta has aprendido a vivir con dicho enojo, al punto de no sabes ser otra persona sin el.   

¡Querido! La operación dura un segundo, pero la recuperación dura el tiempo que sea necesario, para rehabilitar un corazón y un matrimonio se necesita de disposición y paciencia, de entrega y de dosis masivas de amor, es la recuperación de un paralítico emocional.  

Donde hay amor, hay fuerza y valentía para superar, para mutar radicalmente y hacer todo nuevo.

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