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La píldora de Tallón | No solamente solo
El debate sobre «solo» con tilde o sin tilde entró en esa fase en la que ya podría haber un crimen, o por lo menos un accidente, y esto solo añadiría un toque picante. Existe, de hecho, una ideología tildista y otra antitildista para la misma palabra, así que, con esos mimbres, sería casi lo natural que hubiese pelea. Pocas cosas dan tanta satisfacción como tener una idea y creer que es imposible que esté equivocada. Casi todo lo grande y terrible empieza precisamente por algo muy pequeño, una ideíta, que va creciendo hasta hacerse absurdamente importante. A veces la vida intelectual es eso: discutir por un asunto de relevancia limitad, pero simbólico, y por tanto trascendental. Y si no lo entiendes, te falta intelecto. La polémica con el «solo» es más fascinante si tenemos en cuenta que, cuando renuncias a poner la tilde siempre aciertas, según la gramática. Para los tildistas, semejante norma aboca al aburrimiento, a un estilo de vida anodino; quizás a una muerte temprana. ¿Qué pasa con el placer insuperable de poner la tilde y, cuando lo haces, acertar también? El ser humano vive para darse gustos enrevesados, después de los cuales pueda decirle al otro: «Jódete».