Era la mañana del 27 de enero de 1993. Dos apicultores de aproximadamente 70 años subieron al barranco de la Romana, un paraje montañoso en el término municipal de Tous, ubicado a unos cincuenta kilómetros de Valencia, en España. Su objetivo era revisar unas colmenas de su propiedad, pero jamás se imaginaron con lo que estaban a punto de toparse.

Cuando llegaron al borde de una fosa de difícil acceso, vieron algo que los dejó sin aliento. Se trataba de un brazo semienterrado, el cual llevaba un reloj en la muñeca. En aquella fosa había tres cuerpos distintos, envueltos en una alfombra, maniatados y apilados uno encima del otro. 

Lo que nadie sabía en ese entonces era que estaba por comenzar un tratamiento mediático sensacionalista que seguiría muy directamente todos y cada uno de los detalles de este escabroso caso.

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