Más allá de toda especulación o tendencia en las artes visuales, la pintura artística, se diferencia de cualquier otro tipo de pintura, en que su práctica no corresponde necesariamente a una demanda, sino a la búsquela personal de un mensaje visual, que trascienda al material usado en sí, emergiendo detrás de las formas y los colores y sus tonalidades, un contenido que invite al espectador a explorar un camino que se recorre a través de las manos del mismo pintor. Siempre basándose en las técnicas elementales de la pintura como lo es la composición, el equilibrio, ritmo, forma, color y valor. La pintura es la expresión de ideas, pensamientos y sentimientos en el papel, madera, paredes etc. Para esto el pintor necesita una habilidad para pintar y además una situación en que se base, es decir, un conflicto, problema, o situación en la que este se encuentre. Estas técnicas basadas en naturalezas matemáticas han sido perfeccionadas a lo largo de la historia por todas las grandes civilizaciones conocidas, y sus profundos conocimientos han sido siempre aplicados a consciencia por la mayoría de los grandes pintores que han trascendido en sus obras.

Guastavino, el Arquitecto de Nueva York

June 29, 2021 52:50 25.36 MB Downloads: 0
Conferencia desarrollada por el arquitecto y catedrático de la Universitat Politècnica de València, Prof. Dr. Fernando Vegas y la arquitecta y catedrática de la Universitat Politècnica de València, la Prof. Dra. Camila Mileto. Cúpulas grandiosas, edificios ignífugos, amores secretos y pasiones hedonistas jalonaron a finales del siglo XIX y principios del XX la vida de este personaje del arquitecto valenciano. Rafael Guastavino dejó su impronta en la ciudad de Nueva York y en la arquitectura estadounidense. Fue un genio como emprendedor y un gran talento como artista. Su obra, que fue inmensa, ha eclipsado a su persona. Dejó más de 1.000 construcciones en Estados Unidos, México y hasta en la India. En su necrológica, The New York Times le llamó "el arquitecto de Nueva York". Curiosa descripción para alguien que no era de Nueva York, sino de Valencia. Llegó a Norteamérica en 1881, a los 39 años, con una vida exitosa a sus espaldas, pero arruinado, sin hablar el idioma y con una familia que pronto lo abandonó. Supo reinventarse y dejó su huella en el puente de Queensboro, en la estación de metro de City Hall, en la Grand Central Station, en la antigua Penn Station, en la biblioteca de Boston, en el Capitolio de Nebraska, en la catedral de San Juan el Divino, la mayor del mundo…, hasta en el zoo del Bronx. Su estilo, mezcla de innovación y arte, de imaginación e ingeniería, marcó la época convulsa que vio nacer el mundo moderno.