kaizen está hecho para curiosos compulsivos, un podcast sobre aprendizaje continuo en el que te acerco a ideas, técnicas y personas fascinantes que nos permiten entender el mundo cada día un poco mejor.
#156 Burbujas (II): menhires, Newton y el Estado del bienestar
(NOTAS COMPLETAS Y ENLACES DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/156-burbujas-ii-menhires-newton-y-el-estado-del-bienestar/)
Estamos en el año 50 antes de Jesucristo. Toda la Galia está ocupada por los romanos… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste todavía y siempre al invasor. Y la vida no es fácil para las guarniciones de legionarios romanos en los reducidos campamentos de Babaórum, Acuárium, Laudánum y Petibónum…
Tras la enésima humillación de sus tropas frente a ese puñado de galos rebeldes, el César convocó a sus consejeros en Roma para resolver de una vez por todas la situación. Uno propone enviar a todo el ejército para acabar con ellos, pero hay quien replica que no pueden dejar las fronteras sin protección. Otro sugiere crear una comisión para estudiar el problema. Esa idea gusta bastante y rápidamente otros proponen crear subcomisiones con tareas bien precisas y organizar una comida para discutir el tema. El César, mientras, da golpecitos cada vez más impacientes con sus dedos en su asiento. Hasta que el más joven de sus consejeros, Cayo Coyuntural, levanta la voz y ofrece una solución creativa:
— En lugar de pelear con ellos, démosles algo que les mantenga ocupados. Hagámosles desear oro y riquezas y convirtamosles en decadentes
— ¿Será suficiente? — pregunta César
— ¡Mira en torno tuyo, oh César! — responde el joven, señalando al resto de consejeros, que engordados por el lujo y las riquezas y apoltronados en sus sillas dicen que es una idea ridícula e insisten en crear una comisión para abordar el problema.
— Vuestro oro, vuestras villas y vuestras orgías os han vuelto decadentes. Sólo pensáis en comer y en beber — les replica el César. Y girándose al joven, mientras apunta con el dedo a sus consejeros, le dice — Transforma a esos galos locos en algo que se parezca a esto
Y así, con fondos ilimitados y el apoyo del César, el joven y ambicioso Cayo Coyuntural parte hacia la Galia. A los pocos días de llegar, se encuentra en el bosque con uno de esos peligrosos galos. Seguramente con el más peligroso de todos. Un tipo grande —que no gordo, si acaso bajo de tórax— que va acompañado de un perrito blanco y carga a su espalda una piedra gigantesca.
— ¡Qué bonito es eso que tienes a la espalda! —le dice el romano
— ¿El qué? ¿Este menhir? — pregunta el galo
— Sí, es precioso. ¿Dónde lo has encontrado?
— No lo he encontrado. Lo he hecho yo. Hago menhires y los reparto
— ¡Ah! ¡Qué interesante! ¿Y repartes muchos? — pregunta Cayo Coyuntural
— La verdad es que no, porque cuando la gente tiene uno, ya no quiere ninguno más. No tiene mucho uso, ¿sabes?
— ¿Y cuánto cuesta?
— Pues no lo sé… habitualmente lo cambio por alguna otra cosa
— ¡Lo compro! — dice con entusiasmo el romano — te ofrezco 200 sestercios
Y así, con esta simple transacción, empieza la mejor y más divertida lección de economía que he leído nunca. Porque a partir de ahí, el consejero romano pone en marcha las ruedas que llevan al pequeño poblado galo a vivir una burbuja de menhires y a los romanos a convivir con las consecuencias de que ésta se pinche.
Si no has leído Obélix y compañía, o si hace mucho que lo hiciste, te animo a correr a leerlo de nuevo. Es maravilloso. Y habla de un tema que empezamos a tratar hace unas semanas y que hoy vamos a retomar: esa irracionalidad colectiva en la que nos sumimos los humanos y que nos lleva a generar burbujas de todo tipo, a veces incluso con las cosas más inútiles del mundo. Porque… ¿para qué sirve un menhir? ¿Y un tulipán? ¿Y un NFT?
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