kaizen está hecho para curiosos compulsivos, un podcast sobre aprendizaje continuo en el que te acerco a ideas, técnicas y personas fascinantes que nos permiten entender el mundo cada día un poco mejor.
#86 El mapa de las culturas
(NOTAS COMPLETAS DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/86-el-mapa-de-las-culturas/)
Hace ya unas semanas dedicamos un capítulo a La mirada del lenguaje, es decir, a cuánto de nuestra forma de ver el mundo es innato y cuánto es cultural. Poco después, Nacho, un oyente del podcast, me recomendó un libro llamado The Culture Map. Que supongo que sería algo así como “el mapa de la cultura” en español, si estuviera traducido, pero yo no lo he encontrado - no sé si existe -. Y la verdad es que me ha parecido una muy buena continuación de aquel capítulo.
Su autora es Erin Meyer, que ha escrito también, junto a Reed Hastings, el fundador de Netflix, otro libro muy de moda ahora mismo: No rules rules o Aquí no hay reglas (éste sí está en castellano), precisamente sobre la cultura interna de Netflix.
Meyer es profesora de INSEAD, una de las escuelas de negocios más prestigiosas de Europa, y se dedica principalmente a intentar descifrar cómo pensamos, lideramos y trabajamos en diferentes culturas y cómo esto nos afecta de formas de las que ni siquiera solemos ser conscientes.
The Culture Map es un libro que a mí me ha parecido fascinante sobre algunos conflictos que surgen cuando alemanes, españoles, brasileños, americanos, indios, chinos o japoneses interactuamos entre nosotros y que nacen de la cultura en la que nos hemos criado. Yo, desde luego, he reconocido muchas de las vivencias que he tenido en los últimos años trabajando con gente muy diversa.
Y es curioso porque, cada vez más, nos gusta pensar que somos ciudadanos del mundo, que viajamos a distintos países, trabajamos con personas de orígenes muy diferentes o nos pasamos el día viendo películas y series en otros idiomas. Y quizás esto nos hace aún más inconscientes de hasta qué punto la cultura en la que nos hemos criado sigue dominando la manera en la que preferimos comunicarnos, por ejemplo.
Claro que las diferencias culturales son siempre un tema un poco peliagudo. Y tengo la sensación de que vamos a caminar todo el capítulo por un campo de minas, la verdad. Para empezar, porque tendemos a caer en los estereotipos, en eso de que “están locos estos romanos” que decía Asterix. Y cuando lo hacemos, alguien nos dice que no es cierto, que conoce a un alemán impuntual, irracional e impulsivo. Que no se puede generalizar. Y tiene razón, aunque yo creo que a medias.
Efectivamente, es difícil generalizar. Y más aún si lo hacemos con estereotipos, porque aunque suelen basarse en aspectos de la realidad, no la recogen completa. La realidad es más sutil. Pero no por ser más sutil deja de encerrar patrones culturales.
Luego, claro, hay variaciones individuales. Si te pregunto cómo somos los madrileños, tal vez digas que chulos. Una mala fama, claramente inmerecida, cuando algunos de nosotros somos los más humildes del mundo. Bromas aparte, sí, hay diferencias individuales dentro de cualquier cultura, afortunadamente. Cada uno de nosotros somos únicos a nuestra manera.
Pero pensar que nuestro comportamiento es sólo el producto de nuestra forma de ser, es tan erróneo como pensar que podemos ser reducidos a estereotipos. En una reunión, tal vez nos parezca que un compañero chino no participa porque no tiene nada que decir o no le interesa el tema cuando, simplemente, en su cultura no es educado intervenir si no te piden tu opinión. Aunque sea el chino más extrovertido del mundo.
Por eso creo que tiene mucho mérito el trabajo que hace Erin Meyer en el libro y en cómo aproxima el tema. Ella creo que consigue evitar casi todas las minas.
Primero, porque pone el foco en nosotros mismos y explica que nuestra propia cultura tiene una influencia enorme no sólo en cómo nos comportamos, sino en cómo percibimos el comportamiento del resto. Estamos condicionados para percibir la forma de hacer las cosas a la que estamos acostumbrados como la preferible. Y podemos pasarnos la vida entera en ambientes multiculturales y viajando alrededor del mundo y sin embargo seguir siendo completamente ciegos a cómo nos impactan las diferencias culturales, simplemente porque nos convencemos de que son, eso, estereotipos reduccionistas o de mal gusto y que lo que importa es conocer realmente a la persona. Como si las dos cosas fuesen incompatibles.
Con estas premisas, Meyer plantea el libro alrededor de 8 dimensiones que miden cosas como la cantidad de información implícita o explícita a la que estamos acostumbrados en cada país, cómo persuadimos o cómo generamos confianza.
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