kaizen está hecho para curiosos compulsivos, un podcast sobre aprendizaje continuo en el que te acerco a ideas, técnicas y personas fascinantes que nos permiten entender el mundo cada día un poco mejor.
#68 El viaje íntimo de nuestra locura
(NOTAS COMPLETAS DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/68-el-viaje-intimo-de-nuestra-locura/)
El capítulo de hoy va a ser raro... ¡Y dirás tú que menuda novedad!
Pero seguramente sea más raro aún que otras veces, o raro de una forma diferente. El tono seguro que va a ser inevitablemente sombrío. Así que, si no te apetece escuchar cosas tristes o poco optimistas, te aconsejo que te lo saltes. Sin más. La semana que viene volveremos al tono habitual.
Aunque, en el fondo, de saltarnos cosas poco optimistas es de lo que va el capítulo de hoy.
En las últimas semanas he escuchado un par de cosas que se me han quedado pegadas al cerebro. Siguen pasando los días y no consigo dejar de pensar en ellas. Conectan entre sí y al menos en parte, encajan muy bien con este podcast. Porque, en el fondo, una de las ideas más recurrentes de kaizen es que nuestra percepción de la realidad es, como poco, imprecisa. Y muchas veces, directamente falsa. Nos hacemos constantemente trampas a nosotros mismos. Y esas trampas nos las hacemos también como sociedad.
Todo empezó cuando escuché un capítulo de un podcast americano del que te he hablado en alguna ocasión. Se llama The Portal y su autor es Eric Weinstein. Y aunque a veces tiene un aire intelectual y reivindicativo que no suele resonar conmigo, Weinstein decidió que en el último capítulo de la temporada quería compartir un ensayo que le había marcado de por vida hace muchos años. Lo leyó entero durante el capítulo y contó sus reflexiones. Y tras escucharlo, a mí también me dejó marcado. Tanto que me gustaría hacer algo parecido: compartirlo contigo y después contarte mis propias reflexiones. Y, sinceramente, no sé dónde nos va a llevar este camino.
Eso sí, debo advertirte de que la traducción al castellano no es ni de lejos perfecta, entre otras cosas porque la he hecho yo. Por lo que si te manejas bien en inglés, te recomiendo ir a escucharlo directamente al original. Lo que yo pueda hacer es, seguro, una versión mucho más pobre de la lectura y de la interpretación que hace Weinstein. Pero bueno, lo voy a intentar.
El autor del ensayo en cuestión fue Arthur Koestler, un tipo con una vida fascinante, que es simplemente imposible de resumir aquí. Diremos solamente que nació en Hungría en 1905 y murió en Londres en 1983 y que, entre esas dos fechas, fue testigo directo de muchos de los grandes momentos de la historia del siglo XX: fue primero un ferviente militante del partido comunista y acabaría cambiando de postura y alentando las protestas anti-comunistas en los años 50 y 60, fue corresponsal en la Guerra Civil Española, huyó de Francia con la invasión Nazi, trabajó para el gobierno británico durante la Segunda Guerra Mundial, intentó mediar en el conflicto entre Palestina e Israel... Fue encarcelado en varios países y estuvo involucrado en varias tramas dignas de los mejores libros de espías.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Koestler trabajó con los aliados. En marzo de 1942 fue asignado al Ministerio de Información del gobierno británico, donde trabajó como guionista para transmisiones de propaganda y películas. Y uno de los ensayos que escribió en aquella época es, precisamente, el motivo de este capítulo de hoy. Es un poco denso y tiene en algunas cosas el lenguaje propio de otra época y de otro lugar, pero al menos a mí me ha impactado. Fue publicado originalmente en 1944, con el título: “On Disbelieving Atrocities”, que en castellano sería algo así como: "Sobre la incapacidad de creer en las atrocidades".
Photo by Joshua Fuller on Unsplash
Music: Chad Crouch - American Crow
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