kaizen está hecho para curiosos compulsivos, un podcast sobre aprendizaje continuo en el que te acerco a ideas, técnicas y personas fascinantes que nos permiten entender el mundo cada día un poco mejor.
#50 Resolución de problemas: Dilbert, un genio olvidado y una denuncia animalista
(NOTAS COMPLETAS DEL CAPÍTULO AQUÍ: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/50-resolucion-de-problemas-dilbert-un-genio-olvidado-y-una-denuncia-animalista/)
Si conoces a algún ingeniero, seguramente has oído alguna vez eso de que “lo mejor de estudiar una ingeniería es que te enseñan a pensar”. Bueno, más probablemente lo habrás oído 300 millones de veces, porque somos intensitos.
Y esto es precisamente de lo que vamos a hablar hoy: de técnicas de razonamiento para resolver problemas como un ingeniero.
Este es un capítulo un poco especial. Para empezar, porque es el capítulo 50 de kaizen. Y, si te soy sincero, jamás creí que duraría tanto el podcast. Con decirte que mi objetivo inicial era hacer 12 capítulos…
El caso es que aquí estamos: algo más de un año después y con más de 250.000 descargas desde entonces. Me sigue pareciendo una locura, pero solo puedo darte las gracias por escuchar mis frikadas durante tanto tiempo.
Pero, además, el capítulo de hoy es especial porque nace de una historia un poco peculiar.
Hace unos años, Jimmy Soni y Rob Goodman decidieron escribir la biografía de uno de los grandes genios desconocidos del siglo XX. Su nombre era Claude Shannon y, salvo que hayas estudiado teleco o informática, o tal vez, comunicación, lo normal es que no te suene de nada. Y sin embargo, junto a algunos otros de los que te he hablado, una de las personas que más contribuyeron al nacimiento de la informática. Él era matemático, ingeniero y criptógrafo, casi nada. Y es principalmente conocido por ser el padre de la teoría de la información. O de la comunicación, como yo lo estudié en la carrera. Que es básicamente el origen de todo el andamiaje matemático sobre el que se asientan las telecomunicaciones: desde el teléfono hasta netflix.
Hay quien dice que Shannon era un genio a la altura de Einstein o de Newton. A los 21 años publicó la que seguramente ha sido la tesis más importante de un estudiante universitario. En ella explicaba cómo con interruptores binarios, podían ejecutarse operaciones lógicas. Que así dicho seguramente no te suene a nada, pero es básicamente el mecanismo por el que funciona un ordenador. Y a los 32 publicó lo que él llamó “Una teoría matemática de la comunicación”, su obra maestra. En ella inventó el bit, como unidad de información y explicó cómo podíamos codificar y comprimir información para transmitirla con precisión absoluta. Vamos, que inventó el mundo digital.
Como parte de su proceso de investigación para escribir su biografía, Soni y Goodman dedicaron cinco años a estudiar cuanto encontraron de él. Y ellos mismos dicen que jamás imaginaron pasárselo tan bien estudiando a alguien que no conocían de nada. Porque además de un genio de la ingeniería y de las matemáticas, Shannon era un tipo divertido. Era malabarista, montaba en monociclo, era un genio del ajedrez, le gustaba descifrar códigos secretos, invertía en bolsa, tocaba el clarinete, pilotaba aviones y en sus ratos libres escribía poesía. A veces sobre temas tan frikis como la que le dedicó al cubo de rubik. Todo un personaje.
Shannon se alimentaba de problemas. Se levantaba por la mañana con un apetito voraz por diseccionar cómo funcionaban las cosas, por entender mejor el mundo y crear ideas y aparatos nuevos. Pero tenía poco interés en hablar de creatividad o de productividad y le aburría dar consejos. Por eso, se sorprendieron tanto cuando encontraron, entre todos aquellos documentos, una pequeña joya: una charla que Shannon dio en los Laboratorios Bell en 1952 en la que daba sus 6 claves para resolver problemas.
Una charla que empieza con Shannon hablando del principal ingrediente de los mayores científicos de la historia: una curiosidad insaciable, que se traduce en un hambre continua por conocer las respuesta, en la insatisfacción de saber que algo funciona pero que podría hacerse mejor o simplemente el subidón de adrenalina de descifrar algo.
En definitiva, lo que ellos encontraron fue la charla perdida de un curioso compulsivo. Y qué quieres que te diga... A mí no se me ocurre un tema mejor para celebrar el capítulo 50 de kaizen.
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