En esta serie de pódcast, que para algunos pueda parecer caótica, intentamos destapar las incógnitas sobre Rusia a través de historias de sus personajes tanto destacados como poco conocidos. Este país es más de lo que te dicen por ambos lados de la propaganda.
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Iván Pávlov, el primer Nobel ruso
Es el primer ganador de un premio Nobel proveniente de Rusia. Es también objeto de incesantes ataques por parte de algunos defensores de animales. Igual sus antepasados eran muy cercanos a la Iglesia y todo apuntaba a que el héroe de este episodio de 'Huellas Rusas' repitiera el camino. Empero, Iván Petróvich Pávlov eligió la ciencia y no falló si bien su estilo de decirlo todo lo que pensaba a la cara le salía a veces muy caro. Asumiendo estos costes, el científico no cedió ni siquiera cuando muchos de su cohorte de intelectuales optaron por abandonar el país por temor a ser tirados al calabozo o peor. Osó desafiar al Gobierno de Lenin con sus críticas y recibió, cuando toda la nación estaba en cenizas, todo un laboratorio para ensayar sus hipótesis. Los reproches por el supuesto desdén hacia los canes eran algo que le acompañaban toda su vida a Iván Petróvich que prefería responder no con palabreo, sino con hechos, intentando minimizar el dolor y creando condiciones para garantizar una vida digna para los experimentados.
Lev Tolstói: abogado de un soldado condenado a muerte
En un nuevo episodio de 'Huellas Rusas' sobre los grandes, volvemos a hablar de los pequeños. Y es que la defensa de un soldado destrozado por el alcohol es uno de los puntos que marcó un antes y un después en la vida de Lev Tolstói. Si bien no era abogado profesional, el titán de la literatura rusa asumió la defensa del soldado, pero al final no pudo resistir frente al embate de la maquinaria burocrática del Estado. Años más tarde, ya en el ocaso de su ciclo terrenal, Tolstói menospreciaba su propia labor como letrado, aunque también se mantuvo firme en su repudio total a la violencia estatal. Sin embargo, ya era otro Tolstói, uno que ni siquiera sabía convivir con su familia, la corte y la Iglesia.
Choza de Lenin: ¿Cobarde o héroe?
En julio de 1917, Vladímir Lenin se encontraba ante una encrucijada: seguir por las calles de la tumultuosa Petrogrado con el riesgo constante de ser arrestado y, quizá, fusilado tras un juicio exprés o volar bajo, refugiándose en un lugar seguro. No fue una elección fácil, pero finalmente el cálculo político prevaleció. Lo que apenas podía adivinar era que su albergue sería, primero, un granero y luego una choza perdida entre poblados cerca de Petrogrado. Bajo el camuflaje de segador finlandés, el ‘vozhd’ seguía despachando artículo tras artículo desde su cuartel general improvisado, tramando así el plan de la revolución. Fue allí, donde tuvo una luna de miel con el campesinado que, sin embargo, duró poco. Fue allí, donde pudo gozar de algo que le faltaría por el resto de su vida: una relativa tranquilidad. Pero, al igual que cada ser humano, necesitaba esa válvula de escape.
La escapada del avión ruso Il-76 de las garras del Talibán
En los años noventa del siglo XX, la otrora potente aviación rusa tenía que conformarse con aceptar encargos dudosos para poder sobrevivir ante la miseria económica que devastaba el país. Por tanto, el viaje, que realizaba en agosto de 1995 el Il-76 de una aerolínea rusa poco conocida para transportar municiones a Afganistán, no debería percibirse como algo excepcional. Era ya algo rutinario. Lo singular fue la intercepción de la aeronave por los talibanes, el aterrizaje forzoso y el cautiverio de los siete tripulantes que se prolongó por más de un año. Viviendo en condiciones en las que uno aceptaría rendirse, los rehenes no solo dejaron crecer sus barbas, sino que pudieron tramar todo un plan de escapada.Decir que era arriesgado es no decir nada. Igual que cada recorrido por la pista de despegue, la fuga de los siete rusos llegó a un punto en el que ya no había marcha atrás. No titubearon y volvieron a su patria como héroes.
El 'milagro del Hudson' a la rusa
Todo el mundo recuerda la historia del exitoso acuatizaje de un Airbus 320 en el río neoyorquino Hudson, ocurrido en enero de 2009. Aquella providencial maniobra, con el capitán Sully convertido en estrella de Hollywood, es un buen ejemplo de cómo un incidente que pudo haber acabado en tragedia termina comercializándose. Esta vez en Huellas Rusas rescatamos del olvido la versión soviética del milagro del río Hudson. Ocurrió el 21 de agosto de 1963 y apenas se recuerda, ni siquiera en Rusia, donde casi no se difundió la noticia, pero eso no resta valor a la pericia de los pilotos. Aquel día un Tu-124 lleno de pasajeros perdió ambos motores cuando sobrevolaba a unos cientos metros el corazón de Leningrado, hoy San Petersburgo. Los pilotos apenas tuvieron unos segundos para reaccionar y tomar una decisión, si bien la única opción real pasaba por amerizar el avión sobre el río Nevá. Testigos de la maniobra no llegaron a saber con certeza si lo que acababan de presenciar había sido una emergencia, un ejercicio o el rodaje de una película. Horas después, la aeronave se hundió en el fondo del río y las autoridades buscaron minimizar los daños del incidente, esforzándose en evitar que lo ocurrido tuviera una gran repercusión mediática.
Nikolái Zelinski, el salvador antigás
La muerte. De eso hablamos en el episodio anterior, del ataque de los muertos. Hoy, toca la vida. El héroe de esta edición es Nikolái Zelinski, el químico ruso que, junto con un puñado de correligionarios, creó la primera máscara antigás, tan eficaz que rociar nubes venenosas dejó casi de tener sentido. Antes de que se iniciara la producción en serie de su aparato, Zelinski tuvo que pasar a través de un infierno burocrático lleno de lamebotas. Empero, estaba hecho de otra cepa, la de los que prefieren granjearse el reconocimiento con hechos y no por la vía del enchufe. Al final, la perseverancia del científico prevaleció. Así las cosas, Zelinski pudo forrarse, pero optó por la humanidad. No patentó su invención. Y lo hizo a conciencia.
El ataque de los 'muertos': la valentía, la locura y el olvido
Este agosto marca otro aniversario de una guerra que, en cierta medida, sigue en el olvido en Rusia. Y es entendible. El país, que empezó a batallar en la Primera Guerra Mundial como imperio, terminó a punto de ser desguazado por una guerra civil, cuyas heridas ni siquiera se han cicatrizado por completo y siguen resonando. La historia que queremos relatar hoy en 'Huellas Rusas' es un relato de coraje colectivo que pudo convivir con la locura. Se trata del llamado ataque de los 'muertos', ocurrido en agosto de 1915, cuando las tropas zaristas no solo repelieron la arremetida alemana, sino que, a pesar de las enormes pérdidas sufridas por el ataque con gases venenosos, contraatacaron, haciendo huir a las hordas enemigas. Algunos creen que todo fue un mito. Los soldados, que escupieron sus pulmones y se quedaron a yacer para siempre en la tierra envenenada de la fortaleza de Osovets, no lo creen. Pero tampoco podrán desmentir a sus detractores, por lo que nos toca a nosotros entablar esa batalla histórica.
Konstantín Artseúlov: el piloto autodidacta que venció la barrena
Después de una larga pausa volvemos con un nuevo episodio de 'Huellas Rusas', en el que nuevamente despegamos al cielo. Esta vez hablamos de Konstantín Artseúlov, uno de los primeros pilotos rusos que osó surcar el cielo, pese a que en el alba de la aviación era como saltar al vacío. La carrera de Artseúlov terminó con un aterrizaje de panza que le dejó una herida muy profunda. Pasaron más de 20 años antes de que se rehabilitara. Si bien nunca pudo volver a la cabina de avión, no se dejó doblegar. Supo canalizar la herencia de su famoso abuelo Iván Aivazovskiy pasando a eternizar la conquista del cielo con dibujos.
Un barco y el Robinson ártico: pequeñas historias de la Gran Guerra Patria
La historia que desvelamos hoy se diferencia del resto de los episodios que hemos sacado hasta ahora. Primero, porque son dos historias, más bien dos relatos con los que intentamos escabullirnos a través de la cortina de humo sin precedentes que se ha montado en los últimos años acerca de la Segunda Guerra Mundial y, concretamente, de la Gran Guerra Patria. Para el público más fiel, el nombre del barco Aleksándr Sibiryakov ya es conocido por sus hazañas polares y la resistencia al hielo. Sin embargo, el barco acabó devorado por las aguas árticas, aunque lo hizo a su manera: luchó en una batalla desigual contra un crucero alemán sin arriar la bandera. El otro protagonista no es ni general ni ingeniero ni explorador ni tampoco el hijo de un emperador. Es un fogonero. Se llama Pável Vavílov y fue el único que logró salvarse del Sibiryakov sin caer en cautiverio hitleriano. Empero, el coste fue el siguiente: pasó más de un mes en una isla deshabitada casi sin medios de subsistencia y en compañía de osos polares. Sobrevivió, pero no hizo gala de sus proezas y después de la guerra continuó con su servicio en el Ártico. Lanzamos esta edición de 'Huellas Rusas' sin vincularla al 9 de mayo, Día de la Victoria. Lo hacemos adrede. Porque la memoria no tiene por qué estar sujeta a una fecha especial.
Pedro el Grande: 'El verdugo de su hijo'
La historia que presentamos hoy tiene mucha telaraña y poca claridad. Y es entendible, porque en este nuevo episodio de Huellas Rusas hablamos de la compleja relación entre el último zar y primer emperador ruso, Pedro el Grande, con su hijo Alekséi. Pedro I dedicó su vida a sacar al país de un periodo de hibernación moscovita mediante audaces reformas. Pero, aparte del enorme costo humano, esta fiebre por cambios tectónicos tuvo también efectos personales. Siendo un hombre impulsivo, el primer emperador ruso trató de esculpir en Alekséi una copia de sí mismo que incluso sería mejor. Empero, se decepcionaba una y otra vez hasta tal punto que en el fervor del momento llegó a creer que su hijo urdía planes conspiradores con la ayuda de extranjeros. Y no sin razón: Alekséi huyó del país. El castigo no tardó en llegar.
Stanislav Petrov, el hombre que salvó al mundo del apocalipsis nuclear
En este nuevo episodio del podcast Huellas Rusas desvelamos la historia de un hombre que no hizo nada extraordinario. Al menos, eso decía el propio protagonista.Empero, lo que hizo en realidad fue singular. El ingeniero militar soviético Stanislav Petrov evitó una guerra nuclear durante un turno en el centro del sistema de alerta temprana que ni siquiera era el suyo.No recibió premios, ni le dieron gracias, ni se volvió una estrella en su propio país. En un primer momento, sus jefes lo convirtieron en un chivo expiatorio para encubrir sus propios errores. El mundo se percató del llamado incidente del equinoccio de otoño años y años después. La fama sí le llegó a Petrov, pero hasta el final de su ciclo terrenal, persistía en su versión: él solamente hizo su trabajo.
Vladímir Zvorikin, padre de la televisión, el 'regalo ruso' que revolucionó EE.UU.
Hoy volvemos con una nueva historia. Nacido en una familia rica, pero de provincias, el porvenir de Vladímir Zvorikin parecía estar predestinado. Sin embargo, burló a su suerte, saliéndose de los cauces del negocio familiar, y llegó a tierras estadounidenses sin apenas hablar una palabra de inglés. Ni siquiera logró convencer enseguida a sus patrones de que su invento llenaría sus bolsillos. Pero gracias a su perseverancia, y también a un poco de suerte, su voluntad acabó prevaleciendo. Conozcan la trayectoria de este ingeniero y, de paso, sabrán qué tiene que ver la historia de teletransmisión con el naufragio del Titanic.
Otto Schmidt, el Colón del Ártico
Hoy relatamos las peripecias del explorador soviético del Ártico Otto Yúlievich Schmidt. Un personaje que pudo pasarse la vida entre el polvo de los gabinetes científicos, pero quedó preso del vacío polar y se hizo cosmonauta en la percepción popular de su tiempo. La historia de Schmidt es un ejemplo de que con perseverancia y pizcas de locura aventurera se alcanza la cima de las montañas. Sí, algunas de las travesías de Schmidt y sus colegas podrían considerarse fiascos desde el punto de vista económico. Sin embargo, los hechos hablan por sí mismos. El Gobierno soviético no sancionó ni castigó a Schmidt, sino que eternizó sus hazañas, que ayudaron a consolidar el papel nacional en la región, cuyo potencial seduce a tantos hoy en día. Descubran este nuevo episodio del pódcast 'Huellas Rusas' en el que la geopolítica es lo secundario, porque lo importante son las historias humanas que hay detrás.
Piotr Stolypin: La difícil suerte de ser un reformador
Hoy estrenamos un nuevo episodio del podcast 'Huellas Rusas' en el que descubrimos la trayectoria de Piotr Stolypin, uno de los reformadores más polémicos de la historia rusa. Empezó como un funcionario común y corriente, pero acabó alcanzando la cima del poder como jefe del Ejecutivo de Nicolás II en los turbulentos años de 1906 a 1911. Lo odiaban todos: revolucionarios, burgueses, monárquicos y, obviamente, los lamebotas de la Corte. Sin embargo, Stolypin pertenecía a esa clase de persona que le escupe en la cara al miedo. Así, no vaciló en promover la reforma agraria, su proyecto insignia, que básicamente buscaba convertir a campesinos en granjeros acaudalados. Sí, los resultados siguen siendo objeto de debate al día de hoy, pero para destrabar el asunto de la tierra en aquellos tiempos se requerían coraje y perseverancia. Stolypin tenía eso en su arsenal. ¡Descubran el periplo de este personaje que acabó poniendo su propia vida en aras del emperador!
Lev Yashin, desde el gol olímpico de Colombia hasta el mejor portero del mundo
Hoy hablamos del legendario arquero soviético Lev Ivánovich Yashin. Advertimos con antelación que los que buscan nutrirse de una compilación de elogios sobre la 'Araña Negra' quizá puedan sentirse decepcionados, porque nos fijaremos más bien en los episodios tristes de la carrera del portero. Esos capítulos son los que indudablemente allanaron el camino de Yashin hacia el Balón de Oro, el único hasta la fecha conseguido por un guardameta. Sí, Yashin erró cuando saltó por primera vez a la cancha para defender el escudo del club de su vida, el Dinamo de Moscú, pero dos décadas más tarde, acabó retirándose con una multitudinaria ovación de su afición, agradecida por las incontables actuaciones decisivas que protagonizó a lo largo de su carrera.