Cotilleos históricos, dramas barrocos, vidas olvidadas. Monjas, demonios, embustes, alquimia, recetarios, oro. Dos amigas siamesas recuperando para ti el bling bling de los siglos XVI y XVII y conectándotelo con este presente ajetreado. Un podcast de Carmen Urbita y Ana Garriga. Producido por Podium Podcast.
Similar Podcasts
Crímenes. El musical
En la prensa de la España del XIX, los crímenes fueron un hit. Les gustaban tanto como hoy nos gusta el True Crime. A la vez fue asentándose la ciencia forense. En esta serie relatamos algunos de los crímenes más famosos de entonces, con mucha música y algunos coros. Y entrevistamos a una criminóloga y a científicos forenses de varias disciplinas: medicina, psicología, antropología, lingüística, biología...Suscríbete a nuestra newsletter y déjanos una propinilla aquí
Internet History Podcast
A History of the Internet Era from Netscape to the iPad Hosted on Acast. See acast.com/privacy for more information.
La historia es ayer
Descubre cómo un ladrillo del siglo 16 se adelantó a Ikea y cómo el VHS fue el precursor de Netflix. Viaja miles de años en el tiempo excavando unos pocos metros de tierra, aprende lo que los humanos no se atreven a decir removiendo entre su basura. Escrito y dirigido por Marcus H, el arqueólogo Alfredo González Ruibal nos acompaña en este viaje a lo más profundo de la condición humana.
Dar es señorío, recibir esclavitud
“Dar es señorío, recibir esclavitud”. Incapaces de hacer nuestro el lema de los Mendoza que amparó a la marquesa del Cenete en su delirante fiebre del regalo y en su labor de sugar mami intelectual, y ansiosas por disfrutar de nuestro espíritu más regalado y regalón, en este episodio desmenuzamos para nuestras dadivosísimas oyentes las múltiples tesituras del gesto transhistórico del obsequio. Con un elenco de personajes insoportablemente VIPs y algún inevitable devaneo por ese reducto feudal que es la reviste Hola, recuperamos el circuito de reciprocidad de la economía del regalo, nos regodeamos en el anciano acercamiento discursivo a emblemas y memes, recuperamos el costoso adiestramiento en coleccionismo de Mencía de Mendoza, la Blue Ivy del barroco, advertimos contra souvenirs embarazosos y molestas aduanas y, en un insospechado recorrido que enlaza mejillas de santas y demás reliquias de las Descalzas Reales con injertos de pelo y otros sobornos de la Gürtel, os invitamos a lagrimear con nosotras por el descalabrado declive en la coacción del agasajo diplomático. Si no podéis vivir ni un minuto más sin descubrir qué amistad de nuestra santa Teresa sufrió ciertas marejadillas por la latosa jerarquía del agasajo o si necesitáis saber inmediatamente con qué primoroso intercambio de regalos echamos la lazada final a este episodio, dadle corriendo a play.
La estrecha amistad que nos tenemos
Carísimas oyentes, siervitas nuestras del barroco, rebañito humilde del anacronismo estratégico: Las hijas de Felipe volvemos hoy en una nueva temporada, porque bien sabemos que no existe remedio mejor para las borrascas de este siglo que el refugio de un amistoso rinconcito terapéutico. Después de un verano aciago, volvemos dispuestísimas a trazar en este episodio una genealogía de alegrías, sosiegos, turbulencias y erupciones de la amistad. Porque, ya lo sabéis, cada nuevo episodio de este podcast es la secuela de un flechazo amistoso, el nuestro, casi tan arrebatado como el que en 1608 llevó a la carmelita Ana de Jesús a escribirle a su adorada Beatriz de la Concepción “que estamos hechizadas la una con la otra, porque el día que no hablo con vuestra reverencia no puedo vivir”. Y también porque es la urgencia de ubicar las coordenadas históricas de las redes de amistad femenina y el deseo de trazar y compartir genealogías celebratorias en las que reconocernos todas lo que sigue alentando nuestro extrañísimo empeño de sostener un podcast ceñido a la cultura de los remotos y manoseados siglos XVI y XVII. “Todo lo que te pasa a ti ya le pasó a alguien en los siglos XVI y XVII”, decimos siempre. También la euforia, los desvelos, las turbulencias, los cuidados, el rigor y la devoción de las amigas.
Disecciones conventuales, anatomía barroca
Incapaces de frenar nuestros instintos más escabrosos, en este episodio no nos resistimos a revivir la fascinación con la que nuestras personitas del barroco se empeñaron en desvelar qué escondían las “repugnantes interioridades” corporales. Entre conocidísimos armatostes anatómicos como el tratado De humani corporis fabrica (1543) de Andrés Vesalio y sonadas descripciones disectivas como la que tuvo lugar en Santo Domingo en 1548 de “unas mellizas unidas por el cordón umbilical”, venimos a descubriros una práctica feminizada, y a menudo olvidada, de la disección. Despegándonos del academicismo médico masculino, abandonamos momentáneamente el barroco para viajar entre susurros conventuales hasta la Italia del siglo XIV para asistir, acompañadas de las majísimas Margherita, Lucia, Caterina y Francesa al cuidadoso descuartizamiento y escrutinio del cuerpo incorrupto de su compañera de religión —veremos cómo “la dicha Francesa lo abrió por la espalda por su propia mano, como habían acordado”, porque “las monjas no podían descansar ni sosegar hasta saber qué cosas” había ahí dentro—, para acabar, de vuelta en el barroco, celebrando el minucioso conocimiento anatómico y disectivo de nuestra adorada Sor Juana Inés de la Cruz.
Invencioneras y ardilosas: Javiera Mena y Úrsula Suárez
Decididas a convertirnos por un ratito en mediums transhistóricas, hábiles orquestadoras de solapamientos biográ cos, nos aventuramos a enhebrar, en nuestro episodio más arriesgado hasta la fecha, las vivencias adolescentes de dos joyas chilenas: a una de ellas, Úrsula Suárez, la invocamos a través de la larguísima Relación autobiográfica que escribió entre 1708 y 1732 en el convento de clarisas de Santa Clara de la Victoria de Santiago; a la otra, Javiera Mena, la tenemos junto a nosotras de cuerpo presente en el caluroso Madrid de 2023. Guiadas por la mano díscola de Úrsula, la monja con la adolescencia más con ictiva y caprichosa del barroco, indagamos en esquemas juveniles y educaciones sentimentales, aborrecimientos matrimoniales y fantasías voyeurísticas, jerarquías familiares y culpa católica. Si queréis saberlo todo sobre las fantasías y ansiedades de estas dos mujeres “invencioneras y ardilosas”, “presuntuosas y fantásticas”, “comediantas y alegres”, dadle corriendo a play.
Estas son las lágrimas de tu bebé
De entre las muchísimas formas que el vidrio tomó en la industria manufacturera de la Venecia del barroco existió una particularmente licenciosa y sonrojante. Los calurosos hornos de Murano, entregados sin pausa a la confección de sofisticados artilugios que pudieran saciar un mercado europeo sediento de lujos, también se entregaron al delirio erótico con la elaboración de dildos de cristal. Deshechas en mareos por la resaca barroca del Sarao, y en sonrojos, por el impúdico tono al que este asunto nos arrastra, en este episodio recuperamos y aumentamos nuestro material más indecoroso hasta la fecha, antes solo al alcance de las más fidelísimas oyentes y, a partir de hoy, disponible para ruborizar los oídos de todas las devotas. Os descubrimos los entresijos de una transgresora cultura pornográfica que, gestada entre los canales de Venecia, llegaría a penetrar los porosos límites de la clausura. Las escabrosas posturas de los Sonetos lujuriosos de Aretino, las monjas revoltosas de sus Ragionamenti y el torbellino de acusaciones, persecuciones e intentos de asesinato nos abrirán una rendija a los deliciosos mecanismos —entre el escándalo y los vicios compartidos— que orquestaron los rincones más lujuriosos de nuestros siglos más favoritos de la historia. Pero, manteniéndonos fieles al modestísimo recato que nos caracteriza, frente a estas fantasías masculinas de orgías, intercambios de poluciones y encuentros furtivos, Las hijas indagamos en los anhelos de domestichezza matrimonial que verdaderamente condicionaron el celibato en la clausura veneciana.
De Toledo a Manila: clarisas aventureras
Las manos arrugadas y venosas que, pese a las flaquezas propias de la edad, empuñan con firmeza un crucifijo y un pequeño breviario. El rostro arrugado y ojeroso recogido por una ceñida toca blanca. Unos ojos brillantes que, ligeramente alzados, nunca cesan de acompañarte con la mirada. De entre todos los retratos barrocos que atosigan las paredes del museo de El Prado, ninguno tan conminatorio y riguroso como el de Jerónima Yáñez de la Fuente. Ninguno, tampoco, esconde bajo tal pátina de recogimiento un relato tan insólito e itinerante como el de esta clarisa toledana. Bienvenidas, amigas, a nuestro episodio más aventurero y expedicionario hasta la fecha: un sentido homenaje a las despedidas y a las que se quedan viendo cómo las demás se van, un agotador periplo transatlántico de Toledo a Cádiz, de Cádiz a Veracruz, de Veracruz a Acapulco y de ahí, por fin, a las Islas Filipinas, a la intemperie, pero siempre guiadas por la mano certera y diligente de Jerónima de la Asunción, la florecilla más tardía del barroco, y su “pequeño y angélico escuadrón” de intrépidas clarisas excursionistas.
Moda en el convento 2: monjas veneciana
Cuando el 20 de mayo de 1664, el Gran Duque de Toscana, Cosimo III, visitó el acaudalado convento de San Lorenzo de Venecia, salió de allí perplejo asegurando que las benedictinas que habitaban tras las celosías llevaban “los senos medio descubiertos” y que sus hábitos parecían más “de ninfas que de monjas”. Decididas a alejarnos de la pátina lasciva que recubre las palabras del baboso de Cosimo, en este episodio nos entregamos al delirio de opulencia y vanidad de la clausura veneciana para convenceros, amigas, de que tunear el hábito con una manga japonesa de seda negra, un choker de perlas, o un escote de infarto bien podía ser una forma poderosísima de ejercer la ciudadanía robada por una clausura a menudo no consentida. Siguiendo demasiado al pie de la letra la regla benedictina que exigía “vestir al desnudo”, las monjas venecianas lograron convertirse en las reinas de la transparencia hasta hacer de sus locutorios un atiborrado showroom barroco de La Perla. Si queréis saberlo todo de la monja que andaba detrás del Inditex conventual más boyante de toda Venecia, y si no podéis vivir ni un segundo más sin descubrir por qué la jovencísima Tiktoker BbTrickz se parece más de lo que imagináis a las ricachonas enclaustradas en la Venecia del siglo XVII, corred a darle a play. Y si te apetece, vente al "Sarao Barroco" el día 4 de junio en el Palacio de la Prensa de Madrid. ¡Consigue tu entrada!
Moda en el convento: monjas coronadas
“Mandamos, por santa observancia, en virtud del Espíritu Santo, bajo pena de excomunión, que ninguna religiosa hable en materia de encarrujos”. Presas del asombro en que nos sumió este interés desmesurado por prohibir a las monjas de Santa Clara de Querétaro la mera verbalización de un tipo de pliegue en la tela del hábito, y coincidiendo con la insólita aparición de vuestras empollonas favoritas en las páginas de Vogue, en este episodio revolvemos en arcones y roperos del convento para contaros absolutamente todo lo que siempre quisisteis saber sobre los sistemas sartoriales de la clausura, la semiótica conventual y la finísima jerarquía del dispendio estético en el hábito. Uníos a nosotras en la travesura de desoír el consejo de nuestra Santa Teresa, que nos anima a guardar “todo descuido de sí”, y ataviaos con vuestros velos, panochas, veneras y zempanzúchiles más aparatosos para asistir a esta barroquísima pasarela novohispana de monjas coronadas, reinas por un día. El dudoso ecologismo de las “monjas vaqueras”, el delirio insoportablemente aesthetic de jerónimas y concepcionistas y justificadísimas protestas contra el imaginario querúbico, cardenalicio y episcopal de La Met Gala de 2018: todo esto y mucho más para zanjar, amigas, que puntillas, gamas cromáticas, bordados y accesorios siempre fueron, además de exquisita coquetería, toda una simbología de resistencia. Si queréis saber el nombre del único complemento por el que merecería la pena sacrificar vuestra salud cervical y si no podéis vivir ni un segundo más sin descubrir la herramienta definitiva para ubicar a qué orden perteneceríais según vuestra vibra estética y espiritual, calzaos vuestros chapines y dadle corriendo a play.
Clarisas endemoniadas
Manuquiel Serafín, Anacón Dominación, Ariel Querubín, Aolaol Virtud, Maraón Trono, Baruel Principado, Manuqueón Arcángel y así hasta 6.666 demonios con sus 6.666 nombres ocuparon en forma de culebras, cangrejos, monos, iguanas, gusanos, caballos, conejos, sapos, terneros, gatos, toros y lagartos hasta el último recoveco del cuerpo de Luisa Benítez, alias la Pacora, monja del convento de Santa Clara de Trujillo, Perú. El proceso inquisitorial iniciado en 1674 cuenta que el asedio demoníaco a la clarisa llegó a tanto que “en cuanto obraba y dejaba de obrar sentía abrasarse tanto de día como de noche sin dejarla sosegar”, porque el poliédrico y zoomorfo enemigo “la tenía todo el cuerpo y la cara toda acardenalado de los porrazos que le daba”, mientras “le convidaba a tener actos carnales poniéndole delante muchas veces, y muy de continuo, hombres y mujeres tocándose deshonestamente”. Decididamente reacias a replicar el 50 sombras de grey conventual de la libidinosa mirada del Santo Oficio, en este episodio dejamos a un lado anodinos estigmas, ojos en blanco y chillidos a deshora para encontrar en la posesión demoníaca la estrategia más aparatosa, truculenta y sentimental de dos monjas periféricas con “espíritus como entretejidos”, bastante enamoradas. Acompañadnos, amigas, en este tembloroso y encendido recorrido por fandoms lastrados, Tukus endemoniadas, sospechosas evacuaciones seminales, exorcismos butch y trasvases lésbicos angelicales. Si no aguantáis ni un minuto más sin saber en cuántas legiones se dividían los 6.666 demonios, quiénes eran Gloriei y Finiel o quién cura la vaginosis a la Pacora, dadle corriendo a play.
Biopic Magdalena Ruiz: Mal parada, y flaca, y vieja, y sorda, y medio caduca
Desde Lisboa, Felipe II escribe una carta a sus hijas en la que, entre noticias y consejos, asoma de pronto la alusión familiar y enternecida a una irresistible figurilla marginal: “Ya creo que Magdalena no está tan enojada conmigo, pero ha días que está mala, y se ha purgado y quedado de muy mal humor y ayer vino acá; y está muy mal parada y flaca y vieja y sorda y medio caduca y creo que todo es del beber”. Sin que sirva de precedente, amigas, en este episodio abandonamos celdas y celosías, confesionarios y tornos, para presentaros, en riguroso biopic áulico, a nuestra truhancilla de la corte favorita: Magdalena Ruiz. Os descubrimos cada rinconcito de la vida de esta “sabandija palaciega” recuperando en el camino a otras “gentes de placer” como Sarmentico, Perequín, Periquillo, Juan Calabacillas, Bonamí o Isabelica la Chova, os revelamos los sonrojantes detalles de los crushes más ardientes de Magdalena, su fervor taurino y su longevo espíritu embriagado y jaranero para presentaros a la persona más lenguaraz, disfrutona y cautivadora que pululó alrededor de Felipe II. Un episodio con ASMR museístico, intensos devaneos sobre las maquinaciones que sostienen tanto los retratos dinásticos como la elección de fotos Tinder, la cosificación de lo monstruoso, su insubordinación, y dos merecidísimos desprecios a nuestros no tan queridos Covarrubias y Robert Burton. Amigas, si no aguantáis ni un minuto más sin saber cuántos maravedíes se gastaban las hijas de Felipe en ropita para sus monas o el número exacto de besos que Magdalena pide darle al Duque de Alba, dadle corriendo a play.
Desveladas
Decía Oliva Sabuco de Nantes (manchega sensacional), en su Nueva filosofía de la naturaleza del hombre, no conocida ni alcanzada de los grandes filósofos antiguos(1587), que “el sueño es el principal alimento y nutrición de la vegetativa, alegra y renueva la naturaleza, como si de nuevo comenzase; pero este también se ha de tomar con la regla, meta y raya de la temperancia, porque si de esta pasa, hace el cerebro aguanoso, y caduco, y daña”. Más ojerosas y consumidas que nunca, en este episodio vuestras pepenadas desveladas favoritas soñamos con vernos por fin con el cerebro aguanoso, y caduco, y dañado por el sueño que tanto se nos resiste. Acompañadnos, amigas, en un recorrido insomne por rutinas y teorías del sueño barroco, espantosas denuncias del descanso, tiernísimas cabezadas, rigurosas criaturillas maldurmientes, el asmr barroco definitivo y consejos infalibles de la Santa. Cuando la vida os turbe, cuando la grandísima repugnansia os espante con desvelos cotidianos, respondedle como Santa Teresa a María del Sacramento: “hermana, cuando eso sea, pensaré lo que he de hacer, ahora déjeme dormir”. Si os van la vida y el descanso en saber la posición exacta en la que debéis colocar la mano para conciliar el sueño, si necesitáis la receta definitiva para no contristecer jamás a vuestro ángel de la guarda, o si os urge tatuaros nuestro verso favorito de Sor Juana, dadle corriendo a play.
Mal de madre
“Las que tiene mal de madre” escribía el médico, cirujano y astrólogo Juan de Barrios en 1607, “no constan de juicio, y no se pueden menear algunas veces, y el color de la cara es amarillo, y prívanse de habla, y a algunas se les tiran las piernas, y se encogen y los dedos de las manos … y todas tienen remordimientos en el estómago”. Arrastradas por la dolorosa empatía que nos despiertan estas lúcidas evocaciones sensoriales del viacrucis de la regla, en este episodio os llevamos de la infame misoginia del Levítico 15 a las estrategias de resignificación menstrual de jovencísimas tiktokers para regalaros un ratito de autoconocimiento, consuelo y analgesia. Queridas oyentes, criaturillas menstruantes, ex-menstruantes, futuras menstruantes y no menstruantes, acompañadnos en este viaje terapeútico por oscuros trapicheos de sangre menstrual, misioneros agustinos empecinados en disciplinar las onzas de sangre que debes expulsar, libidinosas solicitaciones de confesión, nuestra adorada economía de los fluidos y, como siempre, la Santa Teresa más amiga y cuidadora. Amigas, si no podéis seguir viviendo sin saberlo todo sobre Lady Elizabeth Delaval y su transformación de la menarquia en un espacio de dominio corporal, si os urge saber si en la próxima menstruación echaréis mano de los remedios de Pieter van Foreest o de los de Ana de San Bartolomé, dadle corriendo a play.
Bellacas, embelecos y boquisecas: falsos milagros
Cavilando la manera de emular la senda baratona y negociadora de la Santa, comenzamos este episodio con el anhelito de lanzarnos a vender cosas dadas de nuestra mano para que se estimen como reliquias a sabiendas, ay, de que ninguna gamuza de gafas estampada con el logo de Las hijas de Felipe alcanzará nunca ni una uñita del éxito comercial que con sus tropelías, embustes y diligencia de manos cosecharon nuestras personillas del barroco de hoy. Acompañadnos, amigas, en este viaje por falsos milagros (porque verdaderos, quién lo duda, también los hay) que nos lleva de la avispadísima María de Poblete reintegrando y multiplicando panecillos de Santa Teresa en Ciudad de México a la aparatosa escape room madrileña del hechicero, nigromante y montajista Juan de Espina. Delirantes testimonios notariales que sufren por textualizar o desacreditar lo milagroso, las pareidolias de Carmen Porter, los muchísimos vaivenes del gluten en la jarra Capitana, campanas que se tocan a sí mismas, autómatas fallidos y un descontrol de prodigios que termina en ruina. Si quieres quedarte boquiseca descubriendo qué triangulación esotérica encierra la calle Cardenal Silíceo de Madrid o necesitas escucharnos titubear ante el fuck marry kill definitivo del barroco, dale corriendo a play.
Obediencia: vil gusanillo complaciente
“Me hallo como un pequeñillo y vilísimo gusano sumido en un profundo piélago de misericordias”, le escribía Luisa de Carvajal desde Londres a su amiga Magdalena de San Jerónimo el 2 de febrero de 1606. Sumidas, como Luisa, en el pozo sin fondo que es la complacencia desmedida, en este episodio nos lanzamos a los brazos de Sor Juana y Santa Teresa, nuestras prestidigitadoras de la negación más favoritas, para intentar enmendarnos y nunca jamás ser unas people pleasers de manual, dándoles la espalda para siempre a esos viles gusanillos complacientes que somos. Si os urge conocer la taxonomía de la obediencia bajo la que vivían las clarisas del Corpus Christi de México, si no podéis con la desazón de despertaros un día más sin saberos al dedillo las Constituciones carmelitas, o si necesitáis cada detalle sobre la mayor de las rabietas de Sor Juana desencadenada por un malicioso jesuita, dadle corriendo a play. Y recordad siempre, amigas, que como decía la Santa, “hay que tener gran cuenta con no disculparse si no fuere en cosas que es menester, que hallarán mucho aprovechamiento en esto”.
Arquitecturas de emergencia
“Me vi harto imperfecta aquel día”, cuenta en su Libro de las fundaciones una agobiadísima Santa Teresa al recordar las desazones de una capilla mal tejada y unas paredes sin encalar. Las amigas que guarden en las pupilas el dolorcillo perenne de haber emprendido obras en casa harán suyo el desasosiego de la Santa: “yo no sabía qué hacer, sino que me estaba deshaciendo, y dije a nuestro Señor casi quejándome que, o no me mandase entender en estas obras, o remediase aquella necesidad”. Desde nuestra perpetua bilocación y sin morada que acomodar, Las hijas de Felipe nos lanzamos impúdicamente al intrusismo profesional con un episodio en directo desde el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid en el que pasamos de puntillas por la figura del arquitecto barroco para por fin hablaros de la arquitecta Plautilla Bricci, de monjas mañosísimas, de conventos en apuros, de arquitecturas de emergencia e incluso de nuestras propias ansiedades con lo público y lo privado, con la celda y el claustro. Amiga, si quieres saberte al dedillo cada percance del grand prix conventual carmelita, dale a play.