Cotilleos históricos, dramas barrocos, vidas olvidadas. Monjas, demonios, embustes, alquimia, recetarios, oro. Dos amigas siamesas recuperando para ti el bling bling de los siglos XVI y XVII y conectándotelo con este presente ajetreado. Un podcast de Carmen Urbita y Ana Garriga. Producido por Podium Podcast.
Similar Podcasts
Crímenes. El musical
En la prensa de la España del XIX, los crímenes fueron un hit. Les gustaban tanto como hoy nos gusta el True Crime. A la vez fue asentándose la ciencia forense. En esta serie relatamos algunos de los crímenes más famosos de entonces, con mucha música y algunos coros. Y entrevistamos a una criminóloga y a científicos forenses de varias disciplinas: medicina, psicología, antropología, lingüística, biología...Suscríbete a nuestra newsletter y déjanos una propinilla aquí
Internet History Podcast
A History of the Internet Era from Netscape to the iPad Hosted on Acast. See acast.com/privacy for more information.
Real Dictators
Real Dictators is the award-winning podcast that explores the hidden lives of history's tyrants. Hosted by Paul McGann, with contributions from eyewitnesses and expert historians.
New episodes available a week early for Noiser+ subscribers. You'll also get ad-free listening, early access and exclusive content on shows across the Noiser podcast network. Click the subscription banner at the top of the feed to get started or head to noiser.com/subscriptions
For advertising enquiries, email info@adelicious.fm
Spanish Style
Atosigadas por los picores de una reinvención contemporánea de la golilla y con nuestros piececillos sufriendo más que si arrastráramos unos pesados chapines, nos aventuramos, desde la Hispanic Society de Nueva York, a experimentar la incomodidad y, con algo de suerte, transmitir algo de la gestualidad mayestática de la moda española barroca. Inspiradas por la maravillosa exposición “Spanish Style: Fashion Illuminated (1550–1700)” y acompañadas por su excepcional comisaria, Amanda Wunder, nos adentramos en un acelerado vaivén transhistórico que va de las controvertidas mordazas de Margiela en la última semana de la moda de París a los hipnóticos retratos de las cartas ejecutorias de hidalguía; de la repulsión que le producían al jurisconsulto Alonso Carranza los guardainfantes de finales del siglo XVII a la peculiarísima nómina de invitados del desfile de Carolina Herrera en la Plaza Mayor de Madrid; de los costes ecológicos y humanos que suponía la obtención del color negro ala de cuervo insignia indiscutible de los Habsburgo al color crema inseparable de la dinastía Kardashian. Si quieres saber qué atrocidad sartorial del siglo XVII puede hacernos pensar en Arturo Pérez Reverte, Javier Marías y las Real Housewives de Salt Lake City, todo a la vez, dale corriendo a play.Agradecimiento especial a la Hispanic Society por la acogida y a Tierra Extraña por la ayuda con la producción.
Nepocarmelitas: la duquesa de Béjar
En 1619, una de las señoras más relevantes del panorama aristocrático español decidió abandonar la incomodísima opulencia de la gorguera para abrazar la sobriedad estética del recatamiento nuncore. Juana Hurtado de Mendoza y Enríquez le dijo adiós a la suavidad del terciopelo, a la viveza de los arreboles y al frescor de los búcaros para abrazar con entusiasmo el jergón, la toca y el cilicio: un felicísimo camino que la llevó del pussy palace que compartía con el casquivano de su marido y el criptobro de su hijo al jolgorio comunal femenino de las carmelitas descalzas de San José de Sevilla. Acompañadnos, amigas, en este recorrido por maternidades disidentes, pleitos por herencias millonarias, toneladas de papeles manuscritos, penitencias extremas, carmelitas aristócratas, encargos literarios interconventuales, cuerpos incorruptos, y sobre todo, ahora que nadie puede parar de hablar de ellas, muchísimas muchísimas muchísimas monjas.
Tropicoquetas post mortem
Con el destello de las flores de madera doradas que adornan la bóveda de la iglesia del Museo Santa Clara de Bogotá llameándonos en las mejillas y el corazón, y con el felicísimo auspicio de la decimotercera edición del Festival Gabo, en este episodio neogranadino nos dejamos poseer por el espíritu de las monjas de este antiguo Real Convento santafereño para rastrear una genealogía clarisa tropicoqueta que desemboca irremediablemente en Karol G. Ritos mortuorios conventuales, retratos postmortem, coronas, repintes, desenterramientos de dudosísimo gusto, toqueteos cadavéricos y los cien mil rostros de Sor Gertrudis de Santa Inés, el Lirio de Bogotá. Si no puedes vivir ni un segundo más sin conocer cada detalle sobre el glow up barroco definitivo y si estás convencida de que ha llegado para ti el día de imaginarte a un grupo de expedicionistas dominicas de ultratumba contoneándose al ritmo de “los quiero ver con las manos pa’rriba, bailando, sin pena sin pereza, que el meneíto apenas empieza”, dale corriendo a play.
Hiperglucemia barroca
En el año 1700, en un tratadito titulado Talentos logrados, en el buen uso de los cinco sentidos, el jesuita Diego Calleja no podía sino escandalizarse ante la mera existencia del azúcar. No se contentó el apetito de la barata dulzura en la miel, pareciéndole que era cosa muy fácil —chillaba el jesuita—, y trazó los Ingenios de azúcar, donde el precio de los materiales, la muchedumbre de los artificios y solicitud de cuidados es indecible. Abandonando por un día, y sin que sirva de precedente, el comedimiento de nuestro sobrio cuadradito de chocolate, hoy nos adentramos, arropadas por Diego Callejo y un ejército de moralistas y coadjutores jesuitas, en nuestro episodio más hiperglucémico hasta la fecha: encarnizados pleitos sobre bizcochos de soletilla en Barcelona, trampantojos esculpidos en alcorza en el Reino de Chile, relatos de explotación azucarera en Barbados. Del fervor repostero de las clarisas chilenas a Rosalía y el pastelero Cédric Grolet pasando por los pleitos gremiales más golosos del siglo XVII, os demostramos que el azúcar es y siempre será una irresistible ilusión multisensorial, el disfraz goloso de complejísimos flujos de producción, explotación, manufactura y consumo. Si queréis saber cuántas onzas de harina hacían falta en el siglo XVII para hornear unos bizcochos de sepulcro, dadle corriendo a play.
“Y si muriere en el camino”: Concilio de Trento
Más abrigadas que nunca por la seriedad abanderada del amparo institucional, y pasmosamente legitimadas por las altas jerarquías de nuestro tiempo, nosotras tan habituadas a sugerir cruisings calenturientos entre Felipe II y su jerónimo favorito, tan dispuestas a hurgar todo lo que haga falta hasta encontrar el lado más blandurrio y anti-canónico de Lope de Vega, nos vemos hoy sentadas en el auditorio del Ministerio de Cultura con ocasión de la inminente celebración de Mondiacult, la cumbre internacional de ministros de cultura que el ministerio organiza en colaboración con la UNESCO y que se celebrará en Barcelona entre el 29 de septiembre y el 1 de octubre. Rodeadas de tantísima oficialidad ministerial, para sumergirnos en lo que supone juntar a 194 dirigentes de 194 nacionalidades para intentar ponerlos de acuerdo sobre algunos de los temas más cruciales de la cultura contemporánea solo había un acontecimiento de nuestros siglos más favoritos al que volver la mirada. Bienvenidas, amigas, al episodio que nunca supisteis que necesitábais, pero sin el que ya no podréis vivir. Bienvenidas, amigas, AL CONCILIO DE TRENTO. Dieciocho años de contiendas burocráticas, de subalquileres arzobispales, de small talk en latín, de enfrentamientos demasiado testosterónicos, de teólogos con labios carnositos y de sutiles cruisings ecuménicos. Si no puedes aguantar ni un segundo más sin saber cuál fue el insulto tridentino por excelencia o cuántas horas tardaba en llegar un decreto desde Trento hasta Roma, dale corriendo a play.
“Dios me inclinó a eso”: mudanzas conventuales
Agitadas, exaltadas y jolgoriosas por los principios de nuestra temporada más cargada de novedades, en este episodio aprovechamos nuestra propia mudanza conventual para llevaros de la manita por las incertidumbres existenciales que asaltan a toda chica enfrentada al abismo de elegir el carisma que regirá el resto de su vida espiritual: un camino sinuoso e intermitente guiado por el irremediable anhelo de identificación, el hambre de reconocimiento y ese deseo de completud que solo puede proporcionarte ingresar en el convento de una orden que te haga susurrar, suavito pero firme, “Es que soy yo LITERAL”. Bienvenidas, amigas, a un recorrido por cada detalle del día en que Sor Juana Inés de la Cruz dijo adiós a las carmelitas descalzas de Ciudad de México para enfundarse su hábito blanco y su escapulario marrón, colgarse su venera e ingresar en las jerónimas, y por cada menudencia del día en que Santa Teresa cerró el portón de la Encarnación de Ávila para dejar atrás a las carmelitas calzadas, descalzarse y emprender la reforma carmelita. Caídas estrepitosas por escaleras, anhelos de drag kings jesuitas, fantasías de un Architectural Digest conventual y hasta, recurriendo a Deleuze (!), un agujero espaciotemporal donde todas las criaturitas de ese barroco nuestro perpetuamente elástico conviven en proxemia y armonía. Muchísimas excusas para esquivar, y al final sucumbir, a la epidemia auto-identificativa. Si no puedes vivir ni un segundo más sin descubrir a qué orden pertenecerían Aixa de la Cruz, Laura Weissmahr y Miguel Agnes, y si necesitas saber el número exacto de almohadas que incluía la hoja de dote de Santa Teresa, dale corriendo a play.
Cursilería, pequeñeces y llagas, Sor Patrocinio
Alicaídas y melancólicas por sabernos ante la grabación del último episodio de la temporada, pero consoladas por los arrumacos aterciopelados del Museo del Romanticismo, por el gozoso y talentosísimo acompañamiento de Lucía Amor y por el aliento desmedido de un público espectacular, en “Cursilería, pequeñeces y llagas: Sor Patrocinio” nos atrevemos a ofreceros la mayor travesura anacrónica que jamás haya ejecutado este podcast. Cautivadas por el reclamo táctil y primoroso de la exposición “Cosas tenidas por pequeñeces”, en este episodio, y sin que sirva de precedente, abandonamos el cobijo portátil que entre todas hemos levantado con esmero y minuciosidad sobre las reliquias de El Escorial, los tapices de las Descalzas Reales, las sandalias mugrientas de Santa Teresa, la grandísima repugnancia de María de San José, las bilociones de María Jesús de Ágreda y tantas alegrías barrocas más para aventurarnos, temerosas, por sillerías isabelinas, fanales polvorientos, cenotafios de pelo, estuches acolchados, dioramas, y todo un lexicón decimonónico radicalmente nuevo en este rinconcito terapéutico nuestro. Bienvenidas, amigas, a nuestro episodio más romántico hasta la fecha: de miniaturas concepcionistas al epicentro del star system conventual del siglo XIX, un recorrido repleto de ensoñaciones, labores de manos, llagas fingidas, atentados fallidos, destierros, engatusamiento epistolares y mucha cursilería. Si no puedes vivir ni un segundo más sin saber con quién estaríamos dispuestas a intercambiar nuestra ropa interior, dale a play.
Serpiente circuladora, capitán y las mil bravuras de San Plácido
Después de repasar la cronología de la apertura del sepulcro de Santa Teresa, los matices cromáticos de su paladar y la luminosidad de su cutis para atender a vuestras plegarias, decidimos embarcarnos en una tarea verdaderamente diabólica. Cautelosas de no ahogarnos en un lodazal de nostalgia, nos asomamos tímidamente a nuestro primer episodio: aquel “monjas endemoniadas” en el que, con vocecillas de arcangelotes y mucha pobreza técnica, recorríamos algunos de los highlights de la posesión conventual barroca. Cinco años después volvemos para contaros todo lo que no os revelamos sobre la mayor red flag conventual del siglo XVII: el convento de benedictinas de San Plácido de Madrid. Un casting de monjas que hubiera hecho saltar las alarmas del más explosivo de los realities y un confesor decidido a instrumentalizar los discursos demonológicos para arropar una noción abusiva y torticera del poliamor, convirtieron San Plácido en un caldo de cultivo para todo tipo de “bravuras” diabólicas. Pero detrás de las mil fechorías de Capitán, Serpiente Circuladora, Peregrino el Grande y los muchos otros demonios que invadieron San Plácido, os descubrimos las entretelas del #metoo definitivo de nuestros siglos más favoritos. Si te urge saber por qué Serpiente Circuladora era el demonio más multitasking y workaholic del barroco, si no puedes vivir ni un segundo más sin saber quién se alimentaba de los “bocados mordidos” de fray Francisco García Calderón y si necesitas que la priora de San Plácido te regale su how-to conventual de cómo salir airosa hasta de los atolladeros inquisitoriales más escabrosos, dale corriendo a play.
Lope, ¿nuevas masculinidades barrocas?
Es harto probable, lo sabemos, que para vosotras el nombre de Lope de Vega evoque espesísimos recuerdos de bachillerato, olor a puro y Agua Brava, una figura envuelta en humareda de tabaco y feromonas que podría perfectamente sentarse a charlar a través de los siglos con Sabina y Pérez Reverte. Sabemos que a este rinconcito terapéutico venís buscando sosiego carmelita y no este susto canónico que hoy os damos. Pero confiad, amigas, porque hoy os proponemos acercaros al Lope derrotado que poco antes de morir escribía: “mis desdichas son como cerezas: / que voy por una, / y de una en una asidas, / vuelvo con todo un plato de tristezas”. Hoy damos la bienvenida al Lope que lloraba si una flor se marchitaba a destiempo, al que nunca pudo superar la muerte prematura de diez de sus hijos, al que, en sus últimos años, mientras lidiaba con su pérdida progresiva de popularidad en el panorama literario, tuvo que además ser testigo de cómo una de sus hijas, Antonia Clara, con 17 años, desvalijaba su casa y lo abandonaba para siempre para fugarse con su amante. ¿Es este, acaso, un episodio sobre nuevas masculinidades barrocas? Podría ser. Es, eso seguro, una reflexión inspirada por “Tragicomedia”, VIII edición del programa “Mutaciones”: una exposición comisariada por Rafael Barbell Cortell en la Casa Museo Lope de Vega que podéis correr a visitar hasta el 13 de julio. Si no puedes vivir ni un segundo más sin saber qué trinitaria descalza encierra la clave absoluta de por qué no debes rellenar tus surcos nasogenianos con ácido hialurónico, dale corriendo a play.
Carmelitas 360
En recompensa a una temporada alarmantemente escasa en sosiego conventual y regocijo carmelita, y con ánimo de paliar los excesos ruborizantes a los que nos arrastró Giulia di Marco con su club de swingers napolitano, en este episodio nos adentramos en la vida conventual de las carmelitas más repipis, más pijas, más empollonas, más talentosas, más versátiles, más multidisciplinares y con el mayor trastorno thirsty de la personalidad del siglo XVII: Cecilia del Nacimiento y María de San Alberto. Criadas en el sistema de homeschooling más estricto del siglo XVI, Cecilia y María explotarían en el convento todo lo aprendido de mano de su madre, Cecilia Morillas. ¿Tañer el clavicordio? Desde los siete años. ¿Leer latín? Todavía gateaban. ¿Restaurar cuadros al óleo? Mejor que el artista más reputado de Valladolid. ¿Dibujar a mano alzada? Día sí y día también. ¿Componer canciones místicas? Tan buenas que nadie podía creer que no fueran de San Juan de la Cruz. Acompañadnos en esta experiencia inmersiva repleta de DIY cosmográficos, recreaciones botánicas, fantasías eremíticas, bilocaciones textuales, negaciones autoriales, envidias carmelitas y precuelas poéticas de Berta García Faet. Si no puedes vivir ni un segundo más sin saber quién fue la primera mujer en España que ingenió “un globo terrestre, tejido sobre una perfecta bola de corcho y laureados de seda a punta de aguja con sus matices y colores, todos los mares y divisiones de provincias y reinos del orbe”, dale corriendo a play.
La Caridad Carnal
Turbadísimas y apesadumbradas al darnos cuenta de que en esta temporada escasean los estrellatos conventuales, y resignadas a transitar una vez más el calvario del sonrojo, en esta ordinariez de episodio os regalamos la incorporación más socialité, estratega y casquivana de vuestros cuadernitos de monjas. ¿Su nombre? Giulia di Marco. ¿Su pecado? Haber jugado, como haría cualquiera, a fingir un poquito de santidad y haber fundado, en secreto, la secta poliamorosa más exclusiva de Nápoles. Bienvenidas, amigas, a este recorrido por los cuartos oscuros del virreinato napolitano, la trieja más maquinadora de Italia, un club de swingers frecuentado por monjas, curas, obispos, virreyes, tarifas planas con dios, insólitas terapias de fertilidad, el inquietante espacio Santo Amor y guerras encarnizadas entre dominicos y jesuitas. Acompañadnos en nuestra incursión en las truculencias de la Caridad Carnal: la comunidad pansexual, el cenáculo orgiástico, los Illuminati de Eros. Os garantizamos, eso sí, que a este episodio vendréis por el appeal licencioso pero os quedaréis, al final, por los irresistibles debates teológicos que enfrentaban la predestinación y el libre albedrío. Os advertimos, sobre todo, que sucumbiréis para siempre y sin remedio al arrollador y tiernísimo embrujo de la Caridad Carnal. Si no puedes vivir ni un segundo más sin descubrir cuál es el hilo conductor que conecta a Pitita Ridruejo con todo este desmadre napolitano, dale a play.