La economía es casi tan antigua como el ser humano. Entre el nacimiento del trueque y la explosión del comercio online han pasado miles de años. Y por el camino se han producido infinidad de historias que queremos contar en elEconomista porque nos ayudan a comprender cómo hemos llegado hasta aquí.
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Bancos, aseguradoras y esclavos: el origen de Wall Street
Hace más de 400 años llegaron a Estados Unidos los primeros esclavos africanos. La evolución posterior y el crecimiento del país a lo largo de los siglos no podría entenderse sin ellos. Su impacto económico fue incalculable. Y aunque hasta la fecha no ha dado sus frutos, en las últimas décadas son varias las asociaciones que exigen indemnizaciones para los afroamericanos. Se denuncia así la esclavitud sufrida durante siglos por sus ancestros y se reclaman reparaciones al estilo de las que se concedieron a los judíos e Israel por Alemania. En el centro de la polémica están los bancos y las aseguradoras, que en mayor o menor medida estuvieron vinculados por el comercio humano. Hablamos de entidades bancarias como JP Morgan, Bank of America, Royal Bank of Scotland o el desaparecido Lehman Brothers, o de aseguradoras como Aetna, New York Life Insurance o Lloyd's of London. En el año 1625, la Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales fundó Nuevo Amsterdan, hoy Nueva York, en el valle del río Hudson. Era un asentamiento estratégico que permitía controlar el comercio de pieles a través del río. Poco después, en 1653, para protegerse del ataque de los nativos norteamericanos y de los ingleses, los colonos holandeses construyeron en el límite norte de la ciudad un muro, hecho de madera y barro. Bueno… realmente ellos no lo construyeron, lo mandaron construir. Fueron los esclavos africanos traídos a la colonia los que lo llevaron a cabo. Aunque años más tarde los ingleses derribaron aquella fortificación, el nombre de Wall Street sigue recordando a aquel muro. No fue lo único que hicieron los esclavos, que también se encargaron de despejar los bosques, construir los caminos, los molinos, los puentes, las casas, el muelle, la prisión, la iglesia... Y, por supuesto, eran la mano de obra que alimentaba a gran parte de las diferentes industrias. Entre finales del siglo XVII y comienzos del XVIII, ya en manos de los ingleses y renombrada como Nueva York, la ciudad experimentó un rápido crecimiento, impulsado por el trabajo de los esclavos. Y viendo que todavía podían sacarles más rendimiento, decidieron entrar de lleno en el negocio del comercio de esclavos. En 1711, el gobierno local aprobó la creación del primer mercado de esclavos de la ciudad. Precisamente en Wall Street. Aquel mercado, conocido como Meal Market, porque en él también se vendían grano y carne, fue clave en el comercio transatlántico de esclavos. Los barcos negreros, procedentes de África, llegaban a Nueva York cargados de esclavos que se vendían como mano de obra, sobre todo para las plantaciones de algodón. Y desde el mismo puerto se distribuía el propio algodón. Era una plaza tan importante que casi la mitad de los beneficios generados por el algodón en Estados Unidos acababan en Nueva York, gracias a los ingresos que obtenían los bancos, las aseguradoras y las empresas de transporte. Así, a las aseguradoras de los barcos, a los grandes comerciantes, y a los bancos que financiaban tanto los viajes como a los terratenientes, no les quedó más remedio que estar cerca de sus inversiones. En 1792, a la altura del número 68 de Wall Street, 24 empresarios y comerciantes de la ciudad firmaban un acuerdo para crear un mercado de acciones ordenado y regulado, germen de la actual bolsa de Nueva York. Sí, los orígenes de Wall Street también están relacionados con la esclavitud. Los bancos prestaban dinero a los propietarios de esclavos, y los aceptaban como garantía. Cuando los propietarios de estos esclavos incumplían los pagos de sus préstamos, los bancos se convertían en sus nuevos propietarios. Por su parte, los propietarios de plantaciones aseguraban sus bienes, firmando seguros de vida con las aseguradoras para cobrar primas si fallecían sus esclavos. Por ejemplo, en 1856, por dos dólares se podía firmar una póliza de 12 meses y asegurar a un esclavo doméstico de 10 años, cobrando 100 dólares si llegaba a fallecer. Para uno de 45 años el coste era de 5 dólares y medio. Mientras que los armadores de los barcos negreros firmaban pólizas para seturar la 'carga' en caso de pérdida, captura o muerte. Por supuesto, había disputas entre los distintos actores. En algunos casos, aseguradoras y armadores hasta llegaban a los tribunales, como ocurrió con el barco Zong. El Zong partió de Santo Tomé, una isla en la costa occidental africana, con rumbo a Jamaica, en septiembre de 1781. El viaje tenía una duración prevista de unos dos meses. El problema es que el capitán del barco, un tal Luke Collingwood, no tenía una gran experiencia. Su único interés era el dinero. Y cuantos más esclavos llevase, más dinero podría ganar. Cargó a 442 personas a bordo, muy por encima de lo normal. El hacinamiento, la desnutrición y las enfermedades empezaron a pasar factura: fallecieron 60 esclavos y 7 miembros de la tripulación. En noviembre, cuando ya tenía que haber llegado a su destino, el capitán se da cuenta de que ha cometido un error de navegación, y que aún le quedaba un mes más para llegar a puerto. Collingwood empieza a hacer cuentas, y calcula que si seguían muriendo o enfermando, perdería 30 libras por cabeza. Reunió a la tripulación, y les explicó la situación: el seguro suscrito aseguraba la pérdida, captura o muerte de los esclavos, pero exceptuaba los casos de muerte natural, por enfermedad o suicidio. Así que Collingwood propuso tirar por la borda a los esclavos enfermos. De esta forma, y utilizando la echazón, figura del Derecho Marítimo que permite al capitán arrojar al mar parte de la carga con el fin de salvar el resto, eliminaba a los esclavos enfermos a los que no los habría cubierto el seguro. La justificación para utilizar esta figura era que no tenían suficiente agua para cubrir las necesidades de la tripulación y lo que llamaban 'carga'. Durante varios días, fueron tirando esclavos por la borda; al principio, mujeres y niños y, más tarde, los hombres. En total, 133. Cuando ya estaba acabando el mes de diciembre, el Zong llega a Jamaica con 208 esclavos. Tras venderlos, William Gregson, el armador, reclamó a la aseguradora 4.000 libras por los esclavos perdidos. La aseguradora se negó a pagar, alegando que se trataba de "un mal manejo de la carga". El caso llegó a los tribunales, no por los asesinatos, sino por si la indemnización procedía, o no. Dos años más tarde, comenzó el juicio en Londres, solo con las declaraciones de la tripulación, porque el diario de a bordo se había perdido de forma misteriosa. En el juicio, se dio la razón a los armadores, pero la compañía de seguros apeló, llevando el caso a la Corte Suprema. Allí, la aseguradora presentó pruebas de que en el barco había agua más que suficiente para toda la tripulación y los esclavos. Todo ello, mientras el abolicionista inglés Granville Sharp pidió que se juzgase el caso por asesinato. El presidente de la Corte Suprema dio la razón a la aseguradora, acusó a la tripulación de negligencia, y anuló la sentencia anterior. Aunque, eso sí, desestimó tratar el caso como asesinato. De hecho, puso como ejemplo que sería lo mismo que si la carga hubiera sido de caballos.Algunas de las compañías implicadas han reconocido su participación en el comercio de esclavos. La aseguradora Aetna ha pedido perdón por estos casos. Mientras que JP Morgan, tras consultar los archivos, descubrió que aceptaron unos 13.000 esclavos como garantía, y terminaron siendo dueños de más de 1.000. También se disculpó, pero descartó las reparaciones económicas.
Cuando el dinero sí caía de los árboles
Tienes 18 años, estás en el salón de tu casa y tus amigos te animan a salir a tomar algo. Decides pedirle unos euros a tus padres y, enseguida, recibes la más irónica de las respuestas. "¿Tú qué te crees, que el dinero crece en los árboles?".En mayor o menor medida, es probable que todos hayamos vivido alguna vez una situación parecida a esta. Pues bien, ahora los más quisquillosos (y algo rencorosos quizá) deben saber que en realidad aquella máxima podía, o pudo algún día, ser rebatida con argumentos contundentes. Y no, no es lo que estás pensando. No nos referimos ni a que el algodón y el lino utilizado para fabricar los billetes proceden de plantas, ni a que alguna vez se hayan hallado metales preciosos en restos orgánicos de árboles. Hablamos de dinero cogido directamente de los árboles, dinero con el que se podían comprar cosas, o incluso con el que se pagaban impuestos. Se lo contamos. Para ello, tenemos que remontarnos a comienzos del siglo XVI, a la conquista de México tras el desmantelamiento del Imperio mexica. Este fue ejecutado por ejércitos de otros pueblos mesoamericanos en alianza con cientos de tropas españolas del llamado reino de Castilla que estaban bajo el mando de Hernán Cortés. En aquel momento, había que poner en marcha una nueva sociedad y, para ello, se necesitaba, entre otras cosas, la circulación de la moneda. Sin embargo, ni el dinero que llevaban los españoles que cruzaron el charco, ni las remesas de maravedís que se enviaron desde Sevilla, eran suficientes para atender a las necesidades de aquel vasto territorio que acababan de descubrir. Pese a todo, Hernán Cortés decidió empezar a acuñar una nueva moneda para poder pagarle a sus soldados. Se trataba de pequeños trozos de oro o plata, con forma irregular, que eran cortados de piezas ornamentales del famoso tesoro de Moctezuma. A estos fragmentos se les realizaba alguna marca para otorgarles un determinado valor y oficializar la acuñación. El proceso era algo rudimentario y, para mejorar la técnica, se fabricaron monedas con formas más redondeadas. Sin embargo, la escasez de oro obligó a añadir cobre en las elaboraciones hasta que, finalmente, el oro prácticamente desapareció. A esta nueva moneda se le llamó ‘tepuzque’, un término procedente del náhuatl, el idioma de los mexicas, que significa precisamente cobre. Pero esta fue una moneda que no convenció a nadie, ni a los indígenas, ni a los propios españoles. Los nativos las acababan tirando a los ríos y lagos, y para los invasores el término ‘tepuzque’ acabó derivando en un sinónimo de mentira o engaño. Por ello, con el tiempo, la palabra ‘tepuzque’ acabó derivando en México a ‘chapuza’ con el significado de ‘estafa’. El problema persistía y los colonizadores eran incapaces de instaurar una economía similar a la que conocían en Europa. Fue entonces cuando decidieron pararlo todo e intentar estudiar mejor el funcionamiento de la economía en el terreno antes de su llegada. Ahí descubrieron cuál era el verdadero dinero de los mexicas: el cacao. Además de usarlo como bebida, como alimento, como medicamento o estimulante, el cacao era la moneda de los nativos. El cacao, en concreto, sus semillas, se usaban como moneda porque cumplía todos los requisitos que se le exigen al dinero. Por un lado, estaba regulado y controlado, ya que sólo las familias más pudientes podían tener plantaciones y, por otro, se podía contar y fraccionar y era fácil de conservar, almacenar y transportar. Además, el cacao era un producto que ya tenía cierta jerarquía dentro de aquella sociedad, ya que muchos consideraban al chocolate como “la bebida de los dioses” y era utilizado en rituales y ceremonias. Los españoles no lo dudaron más y se entregaron a la clarividente idea de que había que sumarse al modelo económico precolombino y aceptar esas semillas de cacao como moneda. Eso sí, de la misma manera que los aborígenes tenían regulado en ‘cacaos’ el precio de los productos en los mercados, los tributos y los correspondientes salarios por el trabajo, la Corona Española se lanzó también a regular el valor del cacao para que pudieran convivir ambas monedas.Nos referimos al propio cacao y a aquellos maravedís que llegaban desde Sevilla. Por poner un ejemplo, en el año 1555 un real de plata (34 maravedís) equivalía a 40 cacaos. Veinte años después, ese real se revalorizó a 100 cacaos. Aquellos mercados prehispánicos estaban controlados y supervisados por una especie de inspectores que eran los encargados de vigilar los precios, los pesos y medidas de las transacciones, y los pagos que se hacían con moneda falsa. Y es que había estafadores que intentaban colar semillas de otro producto haciéndolas pasar por cacao o que usaban cacaos falsificados. El método para esto último era muy curioso.Del mismo modo que hoy en día se falsifican los billetes, en aquella época ya se trataba de falsificar el cacao. ¿De qué forma? Sacando la pulpa del interior de la semilla, rellenándola con barro y volviendo a encajarle la cáscara. Se demuestra así que la picaresca ya existía en el continente americano antes de que llegasen los españoles.Con todo ello, el cacao se acabó asentando como moneda más tiempo del que muchos imaginan. Aunque en 1535 Carlos I ordenó el establecimiento de Casas de la Moneda en México, más tarde en Santo Domingo, Lima o Potosí, todo ello, con el objetivo de acuñar moneda directamente en América, el cacao se siguió usando como moneda hasta finales del siglo XVIII. Se trata, por tanto, de casi dos siglos en los que sí, el dinero caía de los árboles. Este episodio está inspirado en un artículo de Javier Sanz, la edición sonora del capítulo ha corrido a cargo de Israel Cánovas, la adaptación del texto es cosa mía, les ha hablado Adrián Ruiz.
Cuando las legiones romanas exigieron un sueldo
La antigua Roma, durante los tiempos del a República, era una sociedad principalmente agrícola. Las legiones, que jugaban un papel fundamental en la expansión territorial, estaban formadas por ciudadanos libres, que en tiempos de paz trabajaban sus tierras, y que eran reclutados para la guerra.Pero aquel modelo de ejército a tiempo parcial se mostró insuficiente, tanto para atender las innumerables y prolongadas campañas de conquista en las que se embarcó Roma, como para establecer guarniciones en los territorios sometidos. Una circunstancia que obligó a reorganizar las legiones, convirtiéndolas en un ejército regular. Pero claro, esta medida tuvo consecuencias, la principal, económica. Porque aquellos soldados, ya casi profesionales, debían tener una paga: el stipendium, o estipendio.El problema es que tenían que buscar cómo afrontar este gasto. Y decidieron que no lo iban a pagar ellos, sino que se lo iban a encasquetar a otros. Si las águilas romanas llegaban hasta tu territorio, la tribu en cuestión tenía dos opciones: firmar un tratado o enfrentarse a las todopoderosas legiones. Lo más recomendable solía apostar por alcanzar un acuerdo, y convertirse en una ciudad libre o aliada. Porque si ibas a la guerra y perdías... eras conquistada, y te convertías en stipendiariae. Quedabas bajo el mando de un gobernador nombrado por Roma, y tenías que pagar tributos, tanto en forma de dinero, de provisiones, o con cualquier otro servicio.La parte que se satisfacía económicamente se liquidaba en moneda, y se utilizaba para pagar a los legionarios que habían conquistado el territorio. Se abonaba en denarios, la moneda de plata que era la base del sistema monetario romano.El denario pesaba 4,5 gramos, y era casi de plata pura. Comenzó a acuñarse en el siglo III antes de Cristo, y desde el principio se convirtió en protagonista de la política económica de Roma. Cada que que necesitaban financiación, tenían dos opciones: subir impuestos o devaluar el denario. Como el valor de la moneda estaba determinado por el metal empleado en su fabricación y por su peso, para devaluarlo bastaba con reducir la plata empleada en su fabricación, y por lo tanto, su peso.En el año 145 antes de Cristo el peso del denario ya había caído hasta los 3,9 gramos. Y en tiempos de Nerón alcanzó los 3,41. De esta forma, con la misma plata se podían acuñar más monedas, y había más dinero para gastar. Hay que sumar que, además, los denarios dejaron de ser de plata pura, mezclándola con metales menos valiosos. De hecho, en tiempos de Caracalla, las monedas llegaron a tener menos de un 50% de plata. Los ingredientes perfectos para disparar la inflación.Más allá de las devaluaciones decretadas por los diferentes emperadores, había una adicional, provocada por la clásica picaresca mediterránea, llevada a cabo por los ciudadanos. Como estas monedas estaban fabricadas por metales preciosos, los menos favorecidos, que no tenían ni circo ni mucho menos pan, raspaban los bordes de las monedas y vendían las limaduras del metal después de fundirlas.De hecho, una de las funciones de los argentarii, los banqueros privados de la época, era la de retirar de circulación las monedas más deterioradas que, tras pasar por tantas manos, habían perdido peso y valor. Una solución aplicada entonces para luchar contra esta actividad, y que ha sobrevivido hasta nuestros días, es poner crestas en los bordes de las monedas, para que sea más fácil de detectar a simple vista la manipulación.Estas inflaciones sucesivas se tradujeron en un importante malestar entre la población, sobre todo entre los trabajadores que recibían su paga en denarios. Y los más enfadados, como es normal por su número y por su importancia en el imperio, eran los legionarios. Tanto, que en el siglo IV exigieron cobrar en una moneda más estable y fiable.El emperador Constantino decidió entonces acuñar una moneda de oro, el solidus, con el que se empezó a pagar el estipendio de las legiones. De esta forma, el nombre de la nueva moneda pasó a designar la paga periódica de los legionarios, y después la de todos los contratados para hacer un trabajo. Mientras que el solidus, el sólido, es el origen etimológico de nuestro sueldo.
Historia de las propinas en EEUU: por qué son casi obligatorias
Las propinas son siempre un tema polémico. ¿Hay que dejarlas? ¿Es obligatorio? ¿Me van a mirar mal si no la incluyo? ¿Se va a quejar el camarero? En España son voluntarias, pero para los profesionales, especialmente en el sector de la hostelería, son esperadas. Son un gesto de agradecimiento por el servicio recibido, o una forma de asegurarse un trato preferente si el cliente va a volver en el futuro.Pero se trata de un tema eminentemente cultural, con importantes diferencias según el país en el que nos encontremos. Así, hay algunos países, principalmente en Asia, donde es una costumbre muy mal vista, que incluso se puede considerar grosera o de mal gusto. Algo parecido pasaba en Paraguay, donde las propinas eran vistas como una especie de soborno incómodo, pero con el aumento del turismo recibido se han ido normalizando, y los profesionales ya las esperan con alegría.Hay otros países, como la vecina Francia, Cuba, Países Bajos, Alemania... donde son obligatorias. En algunos casos, incluso es un servicio incluido en la cuenta, del que no te puedes librar.Pero donde se libra la batalla principalmente es en países como Canadá, India, República Checa... y sobre todo Estados Unidos, donde las propinas son un pilar fundamental para los sueldos de los camareros. Y para los taxistas, los peluqueros, los recepcionistas de hotel... No son obligatorias, pero son casi un deber moral. Da igual si el trato recibido ha sido bueno, malo o regular, se espera que se dé. Y en algunos casos hasta se incluye el porcentaje esperado en el ticket.¿Cómo surge esta tradición? ¿En qué momento las propinas se volvieron tan importantes para los trabajadores? ¿A qué se debe? Sorprendentemente, la cultura del 'tipping' está en realidad fuera del país. De hecho, hasta 1840 no existía esta práctica, según el historiador Kerry Segrave.Era una tradición europea. Se calcula que se originaron en Inglaterra en el siglo XVI, cuando los huéspedes dejaban dinero para los empleados de sus anfitriones, para compensar el trabajo adicional que les generaban. Un libro anónimo inglés de 1795, recogido por la BBC, explica un poco su funcionamiento en aquella época. "Si un hombre con su caballo se aloja en una posada, además de pagar la factura debe dar al menos un chelín al camarero y seis peniques a la mucama, al mozo de cuadra y al limpiabotas, lo que suma media corona".Un viajero inglés llamado John Fowler, famoso ingeniero especializado en ferrocarriles, viajó a Nueva York en 1830, con esta experiencia y esta cultura de las propinas a sus espaldas. Tomó numerosas notas durante su visita, entre las que destacaba el siguiente gasto: "Total, 81 centavos; camarero 0, mucama y botas, ídem; y cortesía y agradecimiento por el trato. ¿Se verá esto en Inglaterra? Pasará algún tiempo antes de que allí se convierte en costumbre".¡Creía que la costumbre de que no hubiera propinas se trasladaría de Estados Unidos a Europa! Sin embargo, ocurrió lo contrario. Cuando el siglo XIX tocaba a su fin, los estadunidenses importaron la costumbre europea. Fue la vocación elitista de aquellos americanos, imitadores de las prácticas de la aristocracia europea, los que empezaron a dar propinas en su país. Era un gesto como para recordar que tenían una educación refinada.También jugó un papel fundamental en la consolidación de esta práctica el fin de la esclavitud. Los restaurantes querían seguir teniendo mano de obra negra gratuita, así que adaptaron las propinas para convertirás en el salario de los empleados. "Les dijeron a los negros: te vamos a contratar, no te vamos a pagar, pero puedes recibir propinas", explica Saru Jayaraman, activista pro derechos laborales, en declaraciones a BBC. Hay que tener en cuenta que los empleados negros representaban casi la mitad de la industria hostelera.El racismo también ejercía una gran presión en este aspecto. "Los negros aceptan propinas, por supuesto, uno espera eso de ellos, es una señal de su inferioridad. Pero dar dinero a un hombre blanco me daba vergüenza", señaló en 1902 el periodista John Speed, según NPR.Como ahora, las propinas ya recibían críticas en aquella época. En 1904 surge la primera sociedad contra las propinas, que llegó a sumar más de 100.000 personas que se negaban a pagar propinas. Uno de los principales detractores de esta práctica era el propio presidente, William H. Taft. Hasta 6 Estados llegaron a prohibir por ley las propinas, aunque en la década de los 20 derogaron todas estas leyes.La cultura del tipping, de las propinas, se consolida definitivamente en 1966. El Congreso aprueba entonces la Tip Credit, una disposición que permitía a las empresas del sector servicios pagar a algunos empleados por debajo del salario mínimo. Daban por hecho que sus ingresos se verían compensados a través de las propinas recibidas.En la actualidad, el salario mínimo de estos trabajadores está fijado en 2,12 dólares por hora, una cifra que lleva congelada desde el año 1991. Son muchas las voces que vuelven a insistir en prohibir las propinas en Estados Unidos. Algunos Gobiernos regionales, como los de California, Oregón o Nevada, han impulsado leyes en este sentido, que elevan el salario mínimo de los camareros, para que no dependan de las propinas para completar los ingresos básicos.Una tendencia que ha llegado ya a la Casa Blanca, que busca impulsar esta especie de Ley de Antipropinas, que tiene como principal objetivo reducir la precarización salarial.
Historia del precio del dinero: de Hammurabi al BCE
El Banco Central Europeo va a subir los tipos de interés este 21 de julio. Así lo anunció el mes pasado y lo ha reafirmado en varias ocasiones posteriores. Será el primer incremento de los tipos en la eurozona en 11 años, dando paso a un nuevo capítulo en la historia del precio del dinero. Una historia que se remonta a muchos siglos atrás y demuestra que todo ha tenido un precio siempre. “El dinero puede intercambiarse por bienes y servicios”. Este es el sencillo argumento que el cerebro de Homer da al emblemático personaje de la serie televisiva 'Los Simpson' para convencerse a sí mismo de que era mejor haber encontrado un billete de 20 dólares debajo del sofá que el cacahuete que se le había caído. Una descripción simple sobre qué es el dinero: eso que inventó el ser humano hace milenios para pagar cosas a las que previamente se les pone un precio. Pero es igual de importante saber que el propio dinero también tiene precio, conocido como interés. Es más: se sabe que ya lo tenía incluso antes de que se acuñaran las primeras monedas. ¿Cómo es posible? En algún momento del pasado, las personas se cuestionaron qué ventaja sacaban aquellos que prestaban algo a otros, dejando de disponer ellos mismos de eso que cedían a cambio de nada. "Lo más probable es que el préstamo con interés naciera con el mismo dinero", nos explica Rafael Barquín, profesor titular de Economía Aplicada e Historia Económica de la UNED. Es imposible saber cuándo sucedió exactamente eso, pero sí es bastante revelador que los textos legales de las primeras grandes civilizaciones ya regulaban las condiciones de los créditos. Alrededor del 1800 antes de Cristo, Hammurabi, sexto rey de la primera dinastía de Babilonia, ordenó hacer un compendio de leyes para unificar las diferentes normas del imperio. Así nació el famoso Código de Hammurabi, uno de los primeros códigos legales de la Historia. El conjunto de leyes (282 en total) fue cincelado en una enorme pieza de basalto negro que en la actualidad puede contemplarse en el Museo del Louvre de París. Además de contener una de las versiones más antiguas de la ley del talión (la del ojo por ojo), el Código de Hammurabi es relevante por regular la relación entre acreedores y deudores. En concreto, las leyes babilónicas establecían que el interés máximo en los préstamos de plata era del 20% anual. También fijaba en el 33,3% el 'tope' para el interés de los préstamos de grano, reembolsables en especie, según el economista estadounidense Sidney Homer.
Origen y expansión de los restaurantes chinos
En Estados Unidos hay más de 45.000 restaurantes chinos, más que la suma de McDonald's, Burger King, KFC y Wendy's juntos. Un auge que no sigue el proceso habitual de maduración de un mercado, sino que ha estado marcado por diversos hitos, en los que sobrevuela constantemente el racismo.La comida china llega a Estados Unidos cerca del año 1850, cuando los primeros ciudadanos del gigante asiático emigran a California, atraídos por la fiebre del oro, y huyendo de la inestabilidad que vivía China. Inicialmente cocinaban para ellos mismos, pero pronto se dieron cuenta de que había un nicho de mercado disponible en la comida preparada para mineros. Hasta ese momento, la oferta al alcance de estos trabajadores era muy monótona, protagonizada por el cerdo, las patatas o el estofado.Con tan poca variedad a su alcance, los mineros pronto aprendieron a valorar los sabores que llegaban desde el otro lado del Pacífico. El wok era el protagonista de las creaciones culinarias chinas, donde cocinaban, removían y freían todos los alimentos.Hablamos de una época en la que residían en Estados Unidos unos 4.000 chinos. Pero en tan solo cuatro décadas su número se disparó hasta los 100.000. El crecimiento de la población disparó los prejuicios, los bulos y el sentimiento contra los chinos, provocando tensiones entre los trabajadores, especialmente los mineros, que temían perder sus empleos. La hostilidad en este sector era tan grande y tan violenta que ni siquiera lograron trabajos en este sector, apostando sobre todo por la construcción de vías férreas.La presión que ejercieron sobre la clase política fue asfixiante, y cada vez mayor. Tanto, que finalmente el Congreso aprobó en 1882 la Chinese Exclusion Act, la Ley de Exclusión China, que restringía fuertemente la inmigración y que además impedía que los ya residentes en Estados Unidos pudieran obtener la nacionalidad. La Ley fue prorrogada, aún con más restricciones, en 1892, con medidas que estuvieron vigentes durante 60 años.La ley logró sus objetivos. Desaparecieron los barrios chinos de buena parte de las ciudades estadounidenses, ya fuera por la nueva normativa, o por el acoso al que se vieron sometidos los ciudadanos chinos.Pero la ley de exclusión contaba con algunas excepciones, que permitían a los chinos seguir residiendo en EEUU. En concreto, se trataba de profesores, sirvientes y mercaderes. Y esta última categoría incluía a los propietarios de restaurantes, que se encontraban entre los que menos restricciones sufrieron. Podían entrar y salir de Estados Unidos, y traer con ellos a familiares, no como otros afectados, que se vieron separados de sus familias por el resto de sus vidas.Así, todos los que pudieron permitirse crear este tipo de negocios encontraron la forma de eludir las restrictivas leyes de inmigración. Pero aunque montar un restaurante se había convertido en un salvoconducto para los ciudadanos chinos, tenían que buscar la forma de convertirlos en negocios rentables. Y no era fácil, porque el racismo latente que había contra los chinos, pese a la aprobación de la ley, era enorme, y no querían ir a sus restaurantes.Todo cambia en 1896, cuando visita Estados Unidos Li Hongzhang, un importante diplomático chino. Su viaje despertó gran expectación, y fue cubierto por la prensa de la época, porque eran muchos los empresarios autóctonos que querían invertir en China.Muchos de los medios se hicieron eco de que la comida favorita de Li era el Chop Suey, lo que generó mucho interés entre los lectores, que empezaron a acudir a los restaurantes chinos para probar este plato. De hecho, los locales de la época se llamaban 'Chop Suey Restaurants', y adaptaban las recetas para tratar de adaptarse al gusto de los americanos y facilitar su expansión.Da la casualidad de que el chop suey es un plato rodeado de polémicas. De hecho, ni siquiera es un plato originario de China, donde se cuenta que por entonces ni siquiera lo conocían, sino que nació en Estados Unidos. Como con los orígenes de tantas otras recetas, alrededor del chop suey también circulaban muchas leyendas. La más aceptada cuenta que un grupo de mineros muy enfadados llegaron un día a un restaurante chino, pidiendo comida. El dueño del local, asustado, echó todos los ingredientes que tenía a mano en un wok, dando lugar a ese nuevo plato que llamó Chop Suey. A pesar de estar hecho a partir de sobras, se convirtió en el favorito de todos los clientes.Desde los inicios del siglo XX la expansión de los restaurantes chinos fue exponencial. En 1900 en Chicago había un único local, pero en 1905 ya eran 40. En Nueva York, cada década se duplicaba el número de restaurantes, y en 1930 ya generaban 150 millones de dólares en ventas. Y habían superado a las lavanderías como el sector que más trabajo daba a los chinos. Y todo a pesar de que la población china prácticamente se había reducido a la mitad, debido a las restricciones, pasando de 105.000 ciudadanos en el momento cumbre a tan solo 61.000 en 1920.En pleno auge de los restaurantes chinos, para llevar el negocio un punto más lejos, empiezan a experimentar con el envío a domicilio de comida caliente. Lo más difícil era encontrar el recipiente perfecto. Y lo descubrieron casi de casualidad. Los pescaderos utilizaban una caja de cartón con un asa para servir las ostras, que sacaban de sus conchas. Pero era un mercado en crisis, debido a la sobrepesca. Los empresarios chinos se dieron cuenta de que esos cubos eran perfectos para transportar su comida preparada. Y ese diseño ha durado hasta nuestros días.Como tantos otros negocios, sufre con la segunda guerra mundial, y entra en crisis con la Guerra de Corea. Con el ya tradicional trasfondo racista, las visitas a los restaurantes chinos decaén tras este conflicto. La situación no logra remontar hasta 1972, cuando el presidente Richard Nixon visita China, en el primer viaje oficial desde la revolución comunista. Las noticias giraban en torno a las numerosas cenas de Estado que se iban a celebrar, en las que los estadounidenses veían a su líder disfrutando de comidas de las que nunca habían oído hablar. Al día siguiente había restaurantes chinos en Estados Unidos replicando los menús.La demanda de comida china se disparó. Y en concreto, el pato laqueado a la pekinesa, o pato pekín, el favorito de Nixon, se convirtió en el más vendido de cualquier restaurante.Hay que insistir en este punto que la comida que se vendía hasta entonces no era puramente china. Los cocineros servían versiones que podríamos llamar americanizadas, para adaptarse a los gustos y peculiaridades de los americanos. Como contábamos con el caso del chop suey, algunos ni siquiera se conocían en Asia.La visita de Nixon rompe esta barrera, y permite a los chefs desarrollar y vender platos más tradicionales, además de probar nuevas ideas. Se suma además el fin de las leyes restrictivas y las nuevas normas de emigración, que hace que lleguen a Estados Unidos asiáticos de otras partes, como Taiwan o Hong Kong, además de otras regiones de China, que sirven auténtica comida china. Tras décadas de adaptación, los americanos ya estaban preparados para estos nuevos platos.El éxito de la comida china no ha dejado de crecer desde entonces, en Estados Unidos y en todo el mundo. Es, por ejemplo, la segunda que más se vende a domicilio, solo por detrás de las pizzas. Da trabajo a cientos de miles de personas. Se puede encontrar más tradicional, moderna o fusión. Y es la favorita de millones de personas en todo el mundo.
Leonardo del Vecchio, el niño criado en un orfanato que se hizo millonario gracias a las gafas
El italiano Leonardo del Vecchio ha sido el ejemplo perfecto de lo que es una persona hecha a sí misma. Nació en Milán, en 1935, y lejos de heredar una fortuna, fue criado en un orfanato. Fue un visionario que, tras trabajar en varias fábricas, se dio cuenta de que las gafas no eran solo una herramienta para ver mejor, sino que también tenían un componente de moda y diseño. Con esa idea en la cabeza lanzó Luxottica, que acabó siendo el mayor fabricante de gafas del mundo, lo que le convirtió en una de las personas más ricas. Del Vecchio ha fallecido este mes a los 87 años. De familia muy humilde, Leonardo del Vecchio ni siquiera llega a conocer a su padre, un vendedor de verduras en las calles de Milán que fallece cinco meses antes de su nacimiento. Su madre, que tiene tres hijos más, lo deja en un orfanato cuando Leonardo tiene 7 años. Una reciente biografía autorizada cuenta que su paso por el orfanato le formó un carácter de acero, y fue donde aprendió el gusto por esa precisión que luego como empresario le dio tantos éxitos. En plena adolescencia, con tan solo 14 años, Leonardo se pone a trabajar en una fábrica. Una decisión que, sin saberlo, acabaría marcando su futuro. La planta en la que trabaja como aprendiz, dedicada al diseño de piezas metálicas de todo tipo, incluyendo monturas para gafas, le abrió, nunca mejor dicho, los ojos sobre lo que quería hacer con su futuro. Por ello, decide compaginar su empleo con un curso por las tardes de diseño industrial, en el que aprende a tallar y grabar metal. Con 22 años y con los estudios completados, se traslada a Trentino, donde se incorpora como obrero, ya no aprendiz, en una empresa de grabados. Ahí es donde descubre su pasión por el mundo de las gafas, y donde tiene su gran visión: no son solo una herramienta para ver mejor, o para protegerse de sol, sino que son un producto de moda, con estilo, en el que el diseño juega un papel fundamental. Más tarde, decide trasladarse a Agorno, el epicentro de la industria de las gafas en Italia, que además ofrecía facilidades para las personas que quisieran fundar allí su empresa. Y allí nace Luxottica, una compañía que inicialmente se enfoca en fabricar piezas metálicas para gafas y herramientas vinculadas con este arte. El negocio es un éxito, pero Del Vecchio no se conforma. Tres años después, deja de fabricar piezas y comienza a desarrollar monturas completas. Cuenta ya con 14 empleados. Y En 1967, mientras continúa produciendo productos semi-acabados para terceros, comienza a desarrollar la idea que le acaba catapultando al éxito: fabricar gafas completas para terceros. Leonardo acude a una feria del sector en Milán, y sus productos triunfan entre los asistentes por su originalidad, su diseño y su excelente manofactura. Tiene tanto éxito entre el público, y recibe tantos pedidos, que decide que tiene que empezar a vender sus propias gafas, bajo su marca. Pese al éxito, Del Vecchio sigue sin estar convencido. Cree que le falta mayor contacto con el cliente final, lo que le impide conocer mejor el sector y las necesidades del público. En 1974, soluciona este déficit con la compra de Scarrone, una distribuidora que estaba más que asentada en el mercado italiano, y que le permitía controlar la venta de sus propios productos. Ahora sí, el sueño estaba cumplido: controlaba todo el proceso, desde el diseño de las gafas, su producción y su distribución. Entramos en la década de los 80, en la que Luxottica da el salto definitivo. Comienza su expansión internacional, con una filial en Alemania, un país que también contaba con una amplia tradición en el campo de las gafas. Y es entonces también cuando entra en Estados Unidos, repitiendo la fórmula que ya había hecho y que repetiría después muchas veces: comprar una marca ya asentada. La elegida es Avantgarde, una compañía de gafas norteamericana, para lo que pide un importante préstamo. Abre cuatro nuevas fábricas, y contrata a más de 4.000 personas. En solo un año ya había devuelto el dinero. Del Vecchio mantenía a la empresa en constante crecimiento. Y, además, no dejaba de invertir en innovación, desarrollo y diseño. El objetivo seguía siendo fabricar las mejores gafas posibles. Perseguía la excelencia. Mientras tanto el proceso de expansión continuaba. Seguía adquiriendo empresas en Estados Unidos, al tiempo que abría sus propias filiales en Reino Unido, Francia y Canadá. Y cuando la década tocaba a su fin, otro movimiento revolucionario para la industria llevado a cabo por Leonardo del Vecchio. Ya tiene claro que las gafas son un accesorio de moda, una expresión de estilo. Y decide firmar un acuerdo con el diseñador Giorgio Armani, uno de los símbolos de Italia, para producir su línea de gafas. Esta colaboración, que se extendió durante 15 años inicialmente -la retomaron de nuevo en 2013-, fue el comienzo de una cartera de licencias con las principales marcas de moda de todo el mundo. Las gafas de cualquier firma de lujo que podamos imaginar están fabricadas por Luxottica: Versace, Tiffany, Prada, Ralph Lauren, Michael Kors… todas. En la década de los 90, se convierte en una empresa cotizada, saliendo a bolsa en Nueva York. El dinero ingresado con esta maniobra le da margen para seguir adquiriendo compañías del sector. Y es en ese marco en el que se producen los dos últimos grandes movimientos de Loxittica, que le consolidan como la marca de gafas más importante del mundo: la compra en 1999 de Ray-Ban, y en 2007 de Oakley. La marca estadounidense Ray-Ban, con más de 60 años de historia, tenía algunos de los diseños más icónicos del mundo. Era conocida sobre todo por el modelo Aviador, vinculado con los pilotos del ejército americano. Y sus diseños los llevaban famosos y artistas de todas partes. Estaba en crisis, y Luxottica aprovechó la oportunidad para hacerse con ella por unos 650 millones de dólares. Pero no solo se hizo con su pasado, sino que siguió invirtiendo en nuevos modelos que también se hicieron muy conocidos y consolidaron su imagen de estilo y libertad. En el caso de Oakley, la empresa de gafas deportivas más importante, también estaba pasando un mal momento en 2007. Viendo su debilidad, Luxottica lanza una OPA hostil sobre ella, comprándola por más de 2.000 millones. También fueron socios de Google para lanzar las famosas, innovadoras y olvidadas Google Glass. Para entonces, Del Vecchio ya había dado un paso al lado en la compañía. En 2004 deja al mando a Andrea Guerra. Sin embargo, dicen las malas lenguas que el fundador seguía teniendo la última palabra en todas las decisiones que se tomaban. Finalmente, en 2014, Del Vecchio se cansa y decide recuperar el control de la compañía. En 2018, cuando Del Vecchio tenía más de 80 años, toma la última gran decisión: fusionarse con la francesa Essilor, la otra gran compañía del sector, formando un gigante europeo valorado en más de 50.000 millones de euros. Hoy por hoy, es la empresa de gafas más grande del mundo, con más de 7.000 tiendas y casi 80.000 empleados. Además de en Luxottica, Del Vecchio también invirtió en importantes empresas inmobiliarias; en la aseguradora Generali, la más importante de Italia; y era el principal accionista de Mediobanca. Sus problemas con los principales directivos de estas empresas, con los que tuvo fuertes enfrentamientos e incluso intentó derrocar, fueron legendarios. Una carrera profesional tan larga y exitosa también tuvo momentos de crisis. Las autoridades antimonipolio tanto de Estados Unidos como de Europa siempre han tenido sus ojos puestos en Luxottica, aunque nunca han logrado acusarle. Los expertos consideran que ejerce un oligopolio que le permite subir precios a su antojo, con productos cada vez más caros, a pesar de su escasa evolución. Además, en 2009 tuvo que pagar una multa de más de 300 millones por evasión de impuestos. Del Vecchio, criado en un orfanato de Milán, llegó a ser la segunda persona más rica de Italia, solo superado por la familia Ferrero, la de los chocolates; y ocupó el puesto 52 de los más ricos del mundo, con una fortuna de casi 22.000 millones de euros. Su última esposa y sus seis hijos se repartirán el imperio heredado.
Leyendas y accidentes detrás del origen de Kellogg's
La centenaria compañía agroalimentaria Kellogg ha anunciado su escisión en tres empresas cotizadas, que operarán de manera independiente. Una incluirá las marcas relacionadas con los cereales y aperitivos en los mercados internacionales; otra acoge las enseñas más implantadas en Estados Unidos y Canadá; y la tercera agrupa los productos vegetarianos.Este es el último movimiento estratégico de una empresa que ha logrado convertirse en líder mundial, solo igualada por el gigante Nestlé. Una empresa que lleva desde su nacimiento, a principios del pasado siglo, tomando decisiones arriesgadas que le han llevado hasta su posición actual.Para entender el origen de la compañía hay que irse aún más atrás en el tiempo, a los años 80 del siglo XIX. Al seno de la familia Kellogg. John Harvey, el mayor de los hermanos, destacó desde muy pequeño por su inteligencia, estudió medicina, y ocupó un cargo destacado en el sanatorio The San, en Battle Creek, Michigan. Allí aprovechó su posición para contratar a su hermano Will, para el ala comercial de la institución, tras fracasar este en el negocio de escobas familiar. Su relación siempre fue complicada, marcada por una fuerte rivalidad, y por las constantes humillaciones del hermano mayor.En el sanatorio la relación no era mejor. John seguía menospreciando a su hermano menor constantemente, tratándolo como un lacayo. Pero fue gracias a una de estas tareas de poco valor que John le encalomaba a su hermano de las que surgieron los famosos cereales de desayuno.Era una época en la que empezaba a darse importancia a la nutrición y al cuidado de la alimentación. Una de las principales labores de John, y la que le dieron gran prestigio, era el desarrollo de dietas más saludables y fáciles de digerir. Tan talentoso era en su campo, que al complejo no solo acudían pacientes, sino también personalidades de la época, como Thomas Edison o Henry Ford, que trataban de mejorar su salud.Con una alimentación basada en alimentos de origen animal y muy grasos, en The San apostaban por algo más ligero. John, con la ayuda de su hermano, dedicaba mucho tiempo a investigar e innovar en alimentos más saludables, y que además tuvieran un sabor atractivo para los pacientes. Y los cereales jugaban un papel fundamental, ya que eran fáciles de digerir.Y aquí es donde se mezclan la realidad y las leyendas. La primera cuenta que na mañana en la que ambos hermanos estaban trabajando con trigo hervido, fueron requeridos para una urgencia. Desatendieron la cocina, lo que provocó que las láminas con las que estaban trabajando se secaran y se pusiesen durísimas. Intentan pasarlas por el rodillo para tratar de ablandarlas, y se parten en pequeños trozos. Quedaba poco tiempo para el desayuno y tenían que improvisar algo para que los pacientes pudiesen alimentarse.Solo tenían miles de trozos de copos aplastados, y muy duros. ¿Qué podían hacer? A la desesperada, deciden hornear estas pequeñas piezas, que quedaron muy crujientes, y servirlas con un vaso de leche que permitiera ablandarlas.Hay una segunda leyenda, más morbosa pero también más difícil de creer. John, perteneciente a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, era profundamente religioso. Una de sus principales cruzadas era contra el sexo en general, y contra la masturbación en concreto. Creía que esta práctica era responsable de hasta 39 enfermedades, y que provocaba daño físico, psíquico y moral.En su lucha contra los deseos sexuales -los ajenos y los propios, pues cuentan que ni siquiera llegó a consumar su matrimonio en los 40 años que duró-, la alimentación jugaba un papel clave. Creó una lista de comidas que podríamos llamar antiafrodisiacas. Para el doctor, cuanto menos sabor tuviera la comida y menor elaboración, más hacía por reducir el apetito sexual, y por lo tanto, más saludable se podía considerar.Y ahí entran en juego los cereales. Un alimento sencillo, simple y poco explotado hasta entonces. Experimentando con este producto, descubrieron los famosos copos tostados, de avena y maíz, que les daban a los pacientes con un poco de leche para que se ablandaran.Sea como fuere, los Kellogg tenían entre manos un alimento de éxito. A los pacientes les había encantado. Tanto, que muchos, cuando se iban del centro, encargaban numerosos paquetes para poder seguir desayunando este producto en su casa. Después, en una especie de comercio a distancia pionero, encargaban por carta cajas para que se las enviasen a domicilio. Lo dicho, un éxito.Ante la elevada demanda, John decide automatizar la producción y distribución de los cereales, de lo que se ocupa William.
Así eran las prisiones para morosos en la Edad Media
Aunque pueda parecer lo contrario, la morosidad no es un fenómeno reciente. Es más antigua incluso que el propio dinero, ya que hasta en la época del trueque y el intercambio de bienes, cuyo pago en ocasiones se aplazaba, ya se producían situaciones de impagos de deudas. Lo que ha evolucionado en este tiempo es la forma de tratar a dichos morosos. En aquellos tiempos pretéritos, las normas más primitivas, o incluso la inexistencia de las mismas, provocaban que estos conflictos acabasen resolviéndose por medio de la violencia, llegando en muchas ocasiones a provocar la muerte del moroso si no podía afrontar sus deudas. Con el paso del tiempo, las condenas por delitos de morosidad fueron evolucionando y humanizándose. En la Antigua Roma, podías acabar esclavizado para saldar una deuda pendiente. Más adelante, a los morosos se les humillaba en público para señalarlos y avergonzarles. El punto álgido de la persecución a los morosos quizá se alcanzase entre la Edad Media y la segunda mitad del siglo XIX, cuando se extendieron por Europa las llamadas prisiones para deudores. En ellas eran encerrados los morosos condenado y, en ocasiones, se fijaba un tiempo de estancia, aunque lo más normal era que los reos solo lograsen la libertad tras cancelar su deuda. El objetivo de estas condenas no era tanto hacer cumplir al sancionado con la obligación de pagar, sino presionarle para que acabase revelando bienes que tuviera ocultos o escondidos. En Europa fueron conocidas las prisiones para deudores de Alemania, que usaban este castigo como método para obligar a que pagasen y, en otras ocasiones, para que no pudiesen huir, y asegurar así su asistencia al juicio contra ellos. Llegar a este punto era muy deshonroso para el deudor. También en Países Bajos cobraron gran importancia estas edificaciones. Allí podían acabar los morosos que se negaban a comparecer en juicio, o los que no pagaban sus multas o deudas. Además, el paso por estas prisiones de deudores no cancelaba la cantidad debida ni sus correspondientes intereses. Malta o Grecia son otros países que también contaban con este tipo de cárceles. Pero las más famosas e importantes de Europa fueron las británicas. Entre los siglos XVIII y XIX, más de 10.000 personas eran detenidas cada año por culpa de la morosidad. Y como en tantos y tantos aspectos de la vida, dentro y fuera de la cárcel, los humildes lo tenían más complicado que los miembros de familias más pudientes. A los pobres, aunque estuvieran condenados por deudas míseras, les era imposible saldarlas y muchos acababan muriendo en prisión. Además, al ser una carga para los guardianes, que no tenían forma de aprovecharse de ellos, eran tratados con brutalidad. La única opción para ellos era la caridad. Para ello, se habilitaba en estas prisiones de deudores una habitación, con una reja que daba a la calle, a través de la cual podían pedir limosna a los transeúntes. Las condiciones eran algo mejores para los encarcelados bien posicionados a nivel económico, ya que muchos sobornaban a los guardias que, debido a sus bajos salarios, estaban abiertos a este tipo de acuerdos. Además, a estos acaudalados se les permitía recibir visitas e incluso hacer negocios, lo que aumentaba las opciones para saldar la deuda y conseguir la ansiada libertad. Las mujeres lograban mantener activos burdeles si sobornaban a los guardias. En algunas prisiones, como la famosa Fleet Prison de Londres, hasta les permitían vivir fuera de la cárcel, en las calles cercanas. Sin embargo, hasta para los más afortunados, la vida en estas prisiones estaba lejos de ser ideal. Lo contaba en una carta enviada a un amigo Samuel Byron, hijo del famoso escritor, allá por 1826. "¡Qué barbaridad puede ser mayor que los carceleros (sin que medie provocación) carguen de grilletes a los prisioneros, los encierren en mazmorras, los esposen, les nieguen las visitas de sus amigos y les fuercen a pagar cantidades excesivas por su alojamiento, vituallas y bebidas; que abran sus cartas y se apropien de las limosnas que les envían! (…) la prisión por deudas inflige una mayor pérdida al país, en forma de desperdicio de potencia y energía, que los monasterios y conventos en el extranjero y entre los pueblos católicos (…) Holanda, el país más incivil del mundo, trata a los deudores con benevolencia y a los malhechores con rigor; Inglaterra, en cambio, se muestra indulgente con los asesinos y ladrones, pero a los pobres deudores se les exigen imposibles". Algunas de las cárceles más famosas de Reino Unido, además de la citada Fleet Prison, fueron, por un lado, la cárcel de Marshalsea, en la que estuvo detenido el padre de Charles Dickens, por una deuda con una panadero, y que el escritor retrató con toda su crueldad en algunas de sus novelas; o, por otro, la King's Bench Prison. No obstante, la más conocida, sin duda, fue The Clink, quizá la prisión más antigua de Reino Unido. Perteneciente al obispo de Winchester, recibió su nombre por el sonido metálico que se producía cuando se cerraban las puertas de la cárcel. El nombre se utiliza aún hoy en día como sinónimo de estar en prisión. El general británico James Oglethorpe, miembro del Parlamento, conoció las condiciones de las prisiones de deudores a través de un amigo suyo, condenado por moroso. En 1728 presidió una Comisión de Investigación que descubrió que, como ya imaginaban, se debían mejorar las situaciones de estas cárceles y dar salida a los morosos detenidos, ya que dicha reclusión impedía poder recuperar el dinero que debían. Esta Comisión logró una modificación de las leyes, que hizo que muchos morosos fueran puestos en libertad, tal y como se había pedido. ¿Cuál era el problema? Que nadie contrataba a los deudores. Sin salida, muchos acababan delinquiendo para volver de nuevo a prisión. Otra vez Oglethorpe se puso a buscar una solución y la encontró al otro lado del Atlántico, en el llamado Nuevo Mundo. Junto a un grupo filantrópico creó el Patronato para el establecimiento de la colonia de Georgia. Así, solicitaron al rey, Jorge II, la carta real y la concesión de tierras para dicho establecimiento. De esta manera, la metrópoli ahorraba los gastos de manutención en la cárcel, se libraba de potenciales delincuentes, reforzaba sus posiciones en América y, por si fuera poco, con el nombre de la colonia, Georgia, se lanzaba un guiño al rey. En abril de 1732 aprobaron la propuesta. En noviembre de ese año, Oglethorpe partía rumbo a América con una tripulación formada por 100 colonos, en su mayoría morosos, pero también había reclusos perseguidos por cuestiones religiosas. Cuatro meses después de partir llegan a Savannah, que acabaría siendo la primera capital del Estado. Este era, por cierto, un territorio que reclamaban los españoles, que fueron los primeros en asentarse allí en una misión encabezada por Lucas Vázquez de Ayllón. Sin embargo, aunque tardaron poco en abandonarlo por el mal tiempo y las enfermedades. Fue Pedro Menéndez de Avilés, el 'adelantado', el que, a mediados del siglo XVI, consumó la conquista definitiva tras vencer a los franceses. No obstante, España, que no le veía gran valor a la región, ni siquiera protegió militarmente la zona, en manos de órdenes religiosas. El conflicto entre británicos y españoles acabó resolviéndose en la Guerra del Asiento, en la que vencieron los hombres de Oglethorpe. Además, el comandante inglés fue capaz de resolver de forma amistosa los problemas con los nativos. También estableció normas muy avanzadas para la época en la región, incluyendo la igualdad agraria, para apoyar y perpetuar la agricultura familiar, y, sobre todo, la ilegalización de la esclavitud. Durante 10 años, la colonia sobrevivió siguiendo la normativa desarrollada por Oglethorpe. Pero en cuanto este regresó a Londres, todo se vino abajo en aquel territorio de ideas utópicas. Sin esclavos, la mano de obra se reducía a la de los propios colonos. Una condición que, decían, limitaba su productividad respecto a la del resto de colonias. Sus vecinos de Carolina del Norte y del Sur prosperaban gracias al cultivo de maíz y arroz, explotando mano de obra esclava. Mientras que en Georgia no lograban producir lo suficiente como para exportar, y el alto precio de los productos importados les llevaba a recurrir al contrabando de productos españoles a través de Florida. Así, olvidando su pasado en prisión y las penurias que habían vivido, decidieron levantar la prohibición y recuperar a los esclavos. Aprendieron que esta era la fórmula más rápida para aumentar sus beneficios.
Del Big 5 al Big 4: la caída de Arthur Andersen
El sector de la auditoría y la consultoría vivió en 2021 un año excepcional. Fue uno de esos negocios que no solo no se vio afectado por la pandemia, sino que incluso se benefició por la crisis provocada por el coronavirus: muchas empresas se vieron obligadas a pivotar, a transformar sus modelos de negocio, para lo que necesitaron a asesores profesionales que les ayudasen en esta remodelación.El auge de este sector se ve muy claro si observamos los resultados de las conocidas como 'Big Four', las cuatro grandes firmas de este campo a nivel global. Hablamos de Deloitte, PwC, EY y KPMG. Estos cuatro gigantes facturaron unos 150.000 millones de euros a nivel global en 2021, el mejor dato desde 2002.Y no es una fecha cualquiera para este negocio, porque ese año, el 2002, es el año en el que el 'Big Five' se convirtió en el actual 'Big Four'. Ese fue el momento en el que cayó Arthur Andersen, la otra gran auditora global, arrastrada por su papel en el escándalo de Enron, el mayor fraude de la historia, y cuyas cuentas controlaba.Arthur Andersen nació en mayo de 1885 en Illinois, hijo de un noruego y una danesa que habían emigrado a Estados Unidos. Quedó huérfano a la edad de 16 años, por lo que tuvo que empezar a trabajar como cartero mientras acudía a la escuela nocturna. Con gran esfuerzo, logró licenciarse en administración y negocios, y con tan solo 23 años se convirtió en el contable más joven de Illinois.En 1913 se alía con su socio Clarence DeLany, y fundan en Chicago la consultora Andersen, DeLany & Co. Su primer cliente fue la cervecera Schlitz, que llegó a ser la más grande de Estados Unidos. Poco después abre en Milwaukee su segunda sede, y cambia el nombre a Arthur Andersen & Co, tras la renuncia de su socio.Andersen, que dirigió la firma hasta su muerte en 1947, trató de aplicar sus férreos principios a la firma. Creía en la educación como la base sobre la que debería desarrollarse la contabilidad moderna. Creó el primer programa de formación de la profesión, y apostaba porque los trabajadores siguieran formándose en horario laboral.También fue un gran defensor de la aplicación de altos estándares de honestidad y ética en el negocio. Y trataba de transmitirle esos valores a sus trabajadores. Cuenta la leyenda que una empresa ferroviaria, importante cliente de la firma, fue a Andersen para que firmase sus cuentas, bastante defectuosas. Andersen se negó asegurando que "no había suficiente dinero en la ciudad de Chicago para obligarle a hacerlo". La empresa de ferrocarriles despidió a Andersen para acabar quebrando poco después.El fundador fallece en 1947, y la firma queda al borde del colapso. Ahí emerge la figura de Leonard Spacek, que le sustituye en el cargo, a pesar de tener tan solo 39 años, aunque llevaba 20 en la compañía. Antiguo estudiante de la Universidad de Chicago, y totalmente alineado con los valores de su predecesor, apostaba por la transparencia y por mantener distancia con las empresas que auditaban.Spacek siempre defendió que Arthur Andersen debía ofrecer servicios de alta calidad, siguiendo el lema corporativo: "Piensa con claridad, habla con claridad". Estuvo en el cargo hasta 1973, y su mandato estuvo marcado por la apuesta por la internacionalización de la compañía. Abrió oficinas en 25 países, la plantilla aumentó hasta los 12.000 empleados, y la facturación pasó de 6,5 millones a 51 millones.Ya consolidada como una de las grandes firmas, en los 70 empieza a involucrarse cada vez más en la pata de la consultoría, cuyos beneficios eran muy superiores. Tanto, que en la década de los 80 se convierte en la compañía más grande del sector, con la rama de la consultoría aportando el 40% de los beneficios. Todo ello, mientras que los servicios de auditoría sumaban numerosos escándalos por denuncias de accionistas que les acusaban de no haber prestado la suficiente atención a las cuentas de empresas que acabaron quebrando.Esta situación comenzó a crear tiranteces en el seno de la empresa, ya que los socios especializados en la consultoría creían que no estaban recibiendo los beneficios que merecían. El conflicto acabó provocando en 1989 la escisión en dos compañías independientes, Arthur Andersen y Andersen Consulting.Sin embargo, la década de los 90 estuvo marcada por las tensiones entre ambas empresas, ya que los consultores, con un volumen de negocio muy superior, no estaban de acuerdo con las cantidades que tenían que seguir pagando a Arthur Andersen como parte del pacto de escisión.En esa época es también cuando los conocidos como 'Big Eight', que es como se conoció al grupo de grandes empresas de servicios a lo largo del siglo XX, se convirtió en las 'Big Five' tras un importante proceso de competencia, fusiones y adquisiciones. Y en estas estaban cuando estalló la madre de todos los escándalos en el sector. El caso Enron.Enron era una empresa estadounidense de energía, con sede en Houston. El 2 de diciembre de 2001 se declaró en quiebra. Facturaba, supuestamente, 100.000 millones de dólares al año, y contaba con activos por valor de 63.000 millones. El problema es que todo era mentira, que los datos estaban maquillados. Los pasivos se convirtieron en activos, los créditos se presentaban como ingresos y los beneficios estaban inflados.La compañía se hundió en bolsa. El valor de las acciones pasó de 99 dólares a tan solo uno. Y poco a poco fueron saliendo a la luz todos los fraudes contables de la compañía, que se vio obligada a declararse en bancarrota, la mayor de la historia en Estados Unidos.Arthur Andersen, que en aquel momento era un gigante con más de 80.000 empleados en todo el mundo, y que facturaba más de 9.000 millones, era la auditora de Enron. Y fue condenada por su participación en el escándalo, acusada de delitos de obstrucción a la justicia y destrucción de documentos relacionados con la quiebra de Enron y sus irregularidades.Las críticas se centraron en el conflicto de intereses entre una empresa auditora y los ingresos que recibe por consultoría de la empresa que debe auditar. ¿Puede ofrecer una opinión independiente si ingresa cientos de millones de esa compañía? Hay que recordar que Arthur Andersen ingresaba un millón a la semana de Enron por sus servicios, y el auditor principal, David Duncan, tenía importantes bonus por las ventas que registraba.Por si fuera poco, Duncan fue acusado de permitir que empleados de Enron acosaran a los auditores, como al que encerraron en una habitación hasta que no presentara una carta de respaldo para un crédito de 270 millones.Se descubrió además que en octubre de 2001, cuando ya sabían que Enron iba a anunciar malísimos resultados, el abogado de Andersen en la oficina de Houston aplicó la política de retención de documentos, que recomendaba destruir todos los documentos comprometedores. Además, Duncan exigió que el ritmo de destrucción fuera superior incluso al marcado por la normativa interna. En tres días destruyeron una cantidad de material sin precedentes, incluyendo la eliminación de correos electrónicos y archivos de ordenadores de la oficina de Houston y de otras sedes regionales.Andersen recibió una multa de medio millón de dólares, una cuantía menor, y además le prohibieron prestar servicios para empresas de la bolsa estadounidense durante cinco años. En cuanto fue condenada, la consultora estaba muerta. "Una empresa de servicios profesionales se basa en la confianza, y si esta se pierde, no hay nada que hacer", contaba Ángel Durández, presidente de la filial española de la compañía. Casi un siglo después de su nacimiento, el nombre de Arthur Andersen estaba acabado.El fallo acabó provocando el cese de todas sus actividades. A partir de ese momento, las sociedades de Arthur Andersen en los diferentes países fueron disolviéndose, y los equipos profesionales fusionándose o siendo absorbidos por otras compañías, al igual que los clientes.Curiosamente, en 2005 el Tribunal Supremo anuló la sentencia de obstrucción a la justicia, pero ya era tarde, no quedaba nada de la compañía.
El peso de la inflación en la caída del imperio romano
El problema con la inflación no solo es actual, es tan antiguo como el dinero. Es posible que en los primeros siglos no fueran conscientes de las dificultades que traían aparejadas las monedas. Y también es posible que los primeros en darse cuenta de que tenían que hacer algo con las subidas de precios fueran los romanos. De hecho, la alta inflación fue causante directa de la caída de su imperio.La economía romana era compleja, y llevaba sufriendo desde inicios de nuestra era. Es conocida, por ejemplo, la crisis del año 33, que se resolvió con el primer rescate de la historia. El imperio supera este revés, y sigue creciendo, hasta alcanzar su apogeo en el siglo II, con Trajano al frente. Expande las fronteras al máximo, llegando a alcanzar el océano Índico, lo que ni siquiera Julio César o Marco Antonio habían logrado.Pero tan pronto como alcanzó su auge, comenzó su decadencia. Roma necesitaba un ejército enorme, cada vez más grande, para poder proteger sus fronteras de los numerosos ataques e intentos de invasión que se sucedían, sobre todo en la frontera germánica. Y el coste era enorme.Esta decadencia comienza con la llegada al poder de Caracalla. Su padre, el emperador Septimio Severo, le dio un consejo a él y a su hermano en el lecho de muerte: "Vivid en armonía, enriqueced al ejército, ignorad lo demás". Caracalla se comprometió a cumplirlos, pero a su manera. Para empezar, se saltó lo de vivir en armonía y mató a su propio hermano, para poder gobernar en solitario.A lo que le hizo más caso fue a lo de enriquecer al ejército, subiendo un 50% el salario de los soldados. Tenemos por lo tanto un gasto disparado, a lo que tampoco ayudaban los faraónicos caprichos del emperador, como las gigantes termas que llevan su nombre.Para poder afrontar esas inversiones, el imperio necesitaba aumentar sus ingresos. Y tenía solo dos herramientas: aumentar los impuestos y devaluar la moneda. Y Caracalla apuesta por las dos opciones: duplica las tasas a las herencias, y devalúa la moneda.¿Cómo se llevaba a cabo este proceso? La moneda del imperio era el denario, que en tiempos se fabricaba con un 95% de plata y un 5% de otros metales de menor valor. Si reducías el nivel de plata en cada pieza, podías acuñar una mayor cantidad de monedas. Cuando Caracalla llega al poder, el porcentaje de plata era ya del 75%, por las devaluaciones de los anteriores emperadores. Pero él va aún más lejos: en tan solo un año reduce los niveles de plata hasta tan solo el 50%.Los gobernadores no eran muy conscientes de las consecuencias de estas decisiones. La mayor circulación de monedas, pero de menor valor, se tradujo en una importante subida de los precios por parte de los comerciantes, y el correspondiente aumento de la inflación, reduciendo el poder adquisitivo de los ciudadanos.La inflación llegó a superar el 1.000%, siendo mucho mayor en algunos lugares concretos del imperio. Por poner un ejemplo, entre el año 255 y el 294, el precio de los cereales se multiplicó por 20. La crisis era real.También se sumaba la gran inestabilidad política. Caracalla acabó siendo asesinado por su propia guardia. En 50 años se suceden 25 emperadores, casi todos alzados y depuestos por las armas -solo Hostiliano, que gobernó 6 meses, falleció por causas naturales-. Además, casi todos eran de origen militar, más preocupados por el estado de los ejércitos que por la gestión.En estas circunstancias llega al poder Diocleciano. Él y su gobierno no ven relación entre la crisis económica y la inflación y las continuas devaluaciones. Y tampoco con el gigantismo del estado. De hecho, en sus primeros 15 años como emperador aumenta el tamaño del ejército de 685.000 a 955.000 soldados. Y el número de funcionarios del estado se duplica, pasando de 15.000 a 30.000 trabajadores.Para ellos, la culpa es única y exclusivamente de los comerciantes y su especulación con el precio de los productos que venden, preocupados solo por sus beneficios. Era una historia que además contaba con la aprobación de los ciudadanos, porque preferían esta teoría a que les subieran los impuestos.Diocleciano no tenía apenas margen para más devaluaciones, porque las monedas apenas llevaban ya plata; ni para aumentar los impuestos, porque los contribuyentes ya estaban ahogados. Apuesta entonces por una reforma monetaria, que trata de estabilizar la moneda, y que tiene un efecto totalmente contrario, disparando de nuevo la inflación.Entonces decide apuntar de nuevo a los comerciantes, a los que compara con los bárbaros que amenazaban las fronteras, y les acusa de ser una amenaza para el imperio. En el año 301 lleva a cabo su gran obra en este sentido, al promulgar el Edicto sobre Precios Máximos, una norma que fijaba el precio máximo sobre más de 1.300 productos, además de establecer el coste de la mano de obra para producirlos.Fija una condena de muerte para los mercaderes que se salten esta medida. Y además les prohíbe llevar sus productos a otros mercados a los que pudieran venderlos a mayor precio. Y el coste de transporte tampoco puede usarse como excusa para incrementar los precios finales.¿Logró su objetivo? ¿Detuvo la escalada inflacionista? Para nada. Los precios que fijaba el edicto eran demasiado bajos, así que muchos comerciantes decidieron dejar de vender algunas mercancías, hacerlo en el mercado negro, o volver al trueque. Hay ciudades en las que el comercio desapareció completamente.Y como el edicto también fijaba los salarios, muchos profesionales, incluidos los tan poderosos soldados, vieron cómo con su sueldo su poder adquisitivo era cada vez menor.En estas circunstancias, fueron muchos los ciudadanos que decidieron abandonar las ciudades e irse a vivir al campo. Sin confianza en el comercio, apostaron por autoproducir todo lo que necesitaban, creando economías locales autárquicas. Muchos trabajadores, sin posibilidades de empleo en las grandes urbes, siguieron a estos nuevos terratenientes, provocando que muchas ciudades quedaran prácticamente abandonadas.Poco a poco la economía del imperio logró cierta recuperación, aunque lejos del esplendor vivido. Las ciudades nunca llegaron a recuperar la vitalidad, y el aislamiento facilitó el desmembramiento posterior del imperio romano. La tormenta perfecta provocada por el excesivo coste del ejército, los ataques bárbaros y la crisis económica provocada por la inflación acabaron definitivamente con el imperio romano. Su grandeza se desvaneció para siempre con su caída en el año 476. Se iniciaba una nueva era.
El ocaso de Tabacalera S.A: del monopolio público español al control británico
En 1875, pocos meses antes de su muerte, George Bizet estrenó la ópera Carmen, que incluye en uno de sus actos esta pieza que escuchan... Se trata del famoso aria Habanera, interpretado por Carmen, una gitana española que trabaja como cigarrera en la Fábrica de Tabacos de Sevilla, lugar en el que está ambientada la obra. El compositor francés decidió dramatizar así la historia contada en la novela homónima del escritor Prosper Mérimée. La ópera Carmen es una de las primeras representaciones artísticas que se hicieron sobre las cigarreras, todo un movimiento obrero que marcó el devenir de la industria a lo largo del siglo XIX.Pero todo comenzó mucho tiempo atrás. Durante la conquista de América, Rodrigo de Jerez y Luis Torres, dos marinos españoles que viajaban a bordo de la Santa María junto a Cristóbal Colón, descubrieron el tabaco en San Salvador. Los nativos se presentaron con hojas secas que desprendían una fragancia peculiar que no habían visto nunca. Poco después, la pareja de navegantes vio por primera vez a personas fumando en Cuba. Los aborígenes hacían un rollo con hojas secas de palma y maíz con tabaco en su interior que, al ser prendido, soltaba un humo que estos inhalaban.A su regreso, Rodrigo de Jerez quiso introducir este hábito en España a través de Ayamonte, su pueblo natal en la provincia de Huelva. Sin embargo, acabó siendo encarcelado durante siete años por la Santa Inquisición, ya que, por aquel entonces, se creía que sólo el diablo podría dar a un hombre el poder de expulsar humo por la boca. Unos años más tarde, en torno al 1510, gracias a la vuelta de muchos colonos, el tabaco empezó a llegar en grandes cantidades a España, comenzando su camino por Europa en una costumbre que se difundió poco a poco entre todos los estratos de la sociedad. Algunos científicos de la época intentaban hallar en el tabaco propiedades medicinales mientras que otros se atrevían a advertir ya de sus efectos nocivos para la salud.La abrumadora expansión del tabaco a lo largo del siglo XVI hizo que los gobiernos vieran las posibilidades de un gran negocio y la corona española, siempre necesitada de recursos, vio en el tabaco una posible fuente de ingresos. Finalmente, en 1636 se acabó decretando el estanco del tabaco, convirtiendo su venta en un monopolio para el estado. Hasta ese momento, en España había dos estancos mayores, y varios estancos menores, entre ellos, el del aguardiente, la pólvora, los juegos de naipes o el papel sellado.Sevilla tuvo la primera fábrica de tabaco de EspañaEl aumento del consumo de tabaco provocó una mayor fabricación y venta y la producción artesanal comenzó a ser sustituida por la industrial. Fue entonces, a principios del siglo XVII, cuando empezó a funcionar en Sevilla la primera fábrica de tabacos española en la Plaza de San Pedro. Esta tuvo varias ampliaciones a lo largo del siglo hasta su cierre en 1760. Prácticamente para entonces ya estaba construido el edificio que acogería la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla. A Sevilla le sigue, por orden cronológico la Fábrica de Cádiz, puerta de regreso de España ante el Nuevo Mundo, y la de Alicante.La de Madrid llegaría más tarde. Las tres fábricas de tabaco existentes en España eran insuficientes para el abastecimiento de todo el país y a la capital llegaba muy poca producción. Por ello, en 1809, José Bonaparte ordena albergar la Real Fábrica de Tabacos de Madrid en un edificio construido veinte años antes en los terrenos que pertenecían a las huertas del céntrico convento de San Cayetano. Originalmente, este inmueble era sede de la Real Fábrica de Aguardientes y Naipes, junto a otros productos estancados, pero la elaboración del aguardiente le acabó siendo concedida a la condesa de Chinchón, que dio nombre al anís, y la de barajas de juego le fue otorgada al famoso Heraclio Fournier.Bonaparte recuperó la funcionalidad industrial del recinto y dio trabajo a más de 800 cigarreras madrileñas, cifra que creció exponencialmente con el paso de los años y el aumento de la población en la ciudad. El rey introducía en la capital mano de obra femenina, siguiendo la estela de aquel colectivo de cigarreras de Sevilla que Bizet retrató en su famosa ópera.Aunque en un principio este sector estaba reservado para los hombres, el aumento de la demanda, y una mayor exigencia por parte de los clientes respecto a la calidad del producto, hizo que la industria tirara de mano de obra femenina. En aquel entonces, las mujeres suponían una mano de obra más barata y, en principio, no solían presentar problemas de cara al trabajo. No obstante, acabaron protagonizando importantes movilizaciones y huelgas que las convirtieron en grandes iconos de la lucha obrera. En 1890, había ya más de 6.300 mujeres trabajando en la Real Fábrica de Tabacos de Madrid.1945: Franco crea Tabacalera S.A.En 1887, el estado decidió crear la Compañía Arrendataria de Tabacos, empresa pública que gestionó durante varias décadas el monopolio del tabaco en España. Todo ello, hasta 1945, momento en el que Franco decide sustituirla por Tabacalera S.A, una sociedad mercantil creada por el régimen para controlar la actividad del tabaco y timbre. Tabacalera era un entramado empresarial de diferentes sociedades, públicas, concesionarias y privadas, que abarcaban la producción, transformación, distribución y venta en expendedurías del tabaco y el timbre.Marcas tan emblemáticas como Ducados, Fortuna y Nobel pertenecían a este entramado. Ducados fue introducida en Tabacalera en 1963 y se caracterizaba por su sabor fuerte e intenso y porque sus consumidores eran en su mayoría hombres. En aquel entonces el mercado estaba dominado por Jean, por lo que Tabacalera aprovechó su influencia para retener dicho tabaco en las aduanas y facilitar la penetración de su propia marca. Con el aumento de mujeres en el mercado laboral, durante los años 60, los cigarrillos negros perdieron popularidad, ya que ellas detestaban el mal olor que dejaban en sus bocas.Por su parte, Fortuna nació a mediados de los setenta con la ambición de ser un producto refrescante, valiente y novedoso. Gracias al márketing y la publicidad, Fortuna fue durante muchos años la cajetilla más vendida en España. Según Merca2, llegó a vender 845 millones de cajas al año, una cifra que nunca llegó a igualar. La marca consiguió un gran impacto entre los jóvenes y las mujeres españolas y sus ventas llegaron a copar el 34% de la cuota de mercado a las puertas del siglo XXI.Altadis e Imperial: el ocaso de TabacaleraA finales de los 90, todo empezó a cambiar. Para el año 1996, Tabacalera era una compañía cotizada con un valor en bolsa de 1200 millones de euros y una ebidta de 130 millones, dependiente casi en exclusiva del mercado doméstico. Por su parte, las ventas en el extranjero no suponían ni el 10% en su cifra de negocio y pronto se iniciaron los trámites para su internacionalización. Así pues, en 1998 Aznar privatiza Tabacalera y ésta, tras fusionarse con la francesa Seita, acabó en 1999 convirtiéndose en Altadis.A partir de ahí, pasaron otros nueve años hasta que el grupo británico Imperial Tobacco decidió entrar en juego. En el año 2008, la compañía inglesa sacó la chequera y compró Altadis tras lanzar una oferta de 50 euros por acción. Así, Altadis pasó a ser una filial de una multinacional venida a menos por culpa de la entrada en el mercado de marcas baratas que desataron una guerra de precios.Así, la posición de Altadis se debilitó: pasó de facturar 4.058 millones en 2007 a 547 millones al cierre de 2015, según cuentas del Registro Mercantil. Una situación que se ha mantenido durante los últimos años: durante la última década, afectada por un descenso del consumo y varias leyes antitabaco promovidas por los gobiernos, la filial de Imperial acometió varios ERE, prejubiló a buena parte del personal y cerró, salvo una, todas las fábricas que le quedaban en España. En definitiva, el ocaso de lo que un día fue la gran joya de la corona.
Los Oscar, una maquinaria millonaria
Cuando las luces del cine se apagan, empieza la magia… y miles historias que se quedan para siempre en nuestra memoria. El cine, el llamado séptimo arte, es sin duda una de las industrias más reconocidas del mundo. Se trata de un sector cuyo máximo reconocimiento ha traído a la cultura popular una de las frases más icónicas de la farándula internacional: "And the Óscar goes to...".Hoy en día, la gala de los Óscar es uno de los eventos más esperados cada año en todo el planeta, una cita que acapara la atención mediática a los dos lados del charco. Aunque, como decían en Prometheus, "las cosas grandes tienen principios pequeños". Y la gala de los Óscar no es una excepción.Muchos se estarán preguntando: ¿Qué hacemos hablando de los Óscar dos meses después de que se celebrase la última edición de estos galardones? Pues bien, muy pocos saben que este mes se cumplen 93 años de la primera gala de los Óscar de la historia. Un 16 de mayo de 1929, la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas decidió premiar a las mejores películas de 1927 y 1928. Todo ello, en un evento muy diferente al que hoy conocemos.Así fue la primera gala de los Óscar Los primeros Oscars, repartidos entonces en solo 12 categorías, se entregaron en una cena privada celebrada en el Hollywood Roosevelt Hotel de Los Ángeles a la que simplemente asistieron 270 personas. La ceremonia, como tal, duró tan solo 15 minutos y, por primera y última vez, no fue cubierta por ninguna radio, ni televisión, por lo que, salvo algunas fotografías, apenas hay documentación audiovisual de aquel histórico acontecimiento. La cinta que se llevó el primer Óscar a la Mejor Película fue Alas, una obra de cine mudo dirigida por William A. Wellman contaba una historia de amor que se vio truncada por la Primera Guerra Mundial.Pero el gran salto de los Óscar llegó en 1953, año en el que fueron retransmitidos por primera vez por televisión a través de la emblemática NBC. Aquella vez, la ceremonia tuvo lugar de forma simultánea en dos sedes diferentes ubicadas en Los Ángeles y Nueva York y fue el punto de inflexión en lo que a la atención mediática que estos galardones reciben por parte de la prensa y del público. Ese día, la actriz canadiense Mary Pickford hacía entrega del Óscar a la Mejor Película al director de 'El mayor espectáculo del mundo', cinta de trama circense que, pese a su reconocimiento, ha sido considerada una de las peores películas entre las que, a lo largo de la historia, se han llevado la más ansiada de las estatuillas.La NBC, como decíamos, fue la encargada de dar los premios hasta el año 1960, cuando pasó a manos de la ABC. Y aunque durante 1970 y 1976 la ceremonia volvió a su emisora original, la NBC, finalmente, a partir de 1977 el evento regresó a la ABC, cadena que hasta nuestros días ha retransmitido año a año una gala que mueve en los últimos tiempos una maquinaria millonaria. ¿Cuánto dinero supone organizar una gala de los Óscar?Una gala de los Óscar cuesta en torno a 42.8 millonesPues aunque cada año el coste total de los premios varía, la revista Forbes recoge que, por ejemplo, la gala celebrada en 2017 supuso un gasto de 42.8 millones de dólares. Ese año, se requirieron 250 personas trabajando en la oficina de producción, 270 técnicos durante la transmisión y, al menos, 100 vehículos que ayudaran a los equipos de producción, prensa y restauración.En los Óscar se cuida hasta el último de los detalles y la mayor prueba de ello es que su emblemática alfombra roja, la cual recibe el nombre de The Academy y mide 275 metros, se renueva cada año y supone un desembolso de 30.000 dólares. Hay algunos estudios que apuntan a que la cuantía total puede ascender hasta los 100 millones si se tienen en cuenta todos los eventos previos a los Oscars que se celebran durante la pretemporada. Dinero, dinero y más dinero.Y así, "como por arte de magia", como decía Michael Douglas en la aclamada Wall Street, el dinero invertido es rápidamente recuperado, con importantes beneficios, gracias a los ingresos publicitarios que genera la emisión de la gala por televisión. Se calcula que el coste medio para la transmisión de un anuncio de 30 segundos es de 2,1 millones de dólares, una cifra que, como curiosidad, dista mucho de los 4 millones que cuesta ese mismo spot durante la Super Bowl. Así, gracias a la publicidad, la cadena ABC logra ingresos que llegan a superar los 120 millones de dólares.¿Cobran dinero los ganadores de los Óscar? Pues no, no todo el mundo sale beneficiado en la celebración de la gala de los Óscar, al menos no de forma directa. Y es que muchos no saben que los ganadores de los Óscar, los actores y actrices incluso, las grandes estrellas de la noche, no reciben una compensación monetaria en el caso de ser galardonados.No hay premio económico para los afortunados. Sin embargo, un estudio elaborado por IBISWorld desvela que el premio Óscar puede hacer que el caché de sus ganadores crezca hasta un 20% a partir de la siguiente película que graben. No obstante, y esta es una de las grandes asignaturas pendientes de la industria, el caché no crece igual para ellos... que para ellas. En el caso de los actores, se calcula que pueden llegar a cobrar hasta 3,6 millones de dólares más en su siguiente proyecto, una cantidad que se aleja demasiado de los 500.000 dólares que, como máximo, asciende el salario de las actrices. Una lucha que muchas intérpretes, entre ellas la gran Meryl Streep, no dejan de reivindicar.Este foco mediático que supone los Óscar también afecta a las propias películas. Para empezar, se estima que cinco nominaciones para un largometraje supone un incremento de 60 millones de euros en los ingresos generados en taquilla. En el caso de alzarse con la preciada estatuilla, este aumento asciende a un incremento del 20% justo después de la ceremonia.Avatar, la película premiada más cara de la historiaY de entre todas las películas de la historia del cine hay una que llegó para romper todos los esquemas: Avatar, el largometraje de ciencia ficción dirigido por James Cameron, es a día de hoy la cinta más cara que ha sido premiada en los Óscar. El presupuesto oficial de la película es de 237 millones, aunque algunas estimaciones la sitúan entre los 280 y los 310 millones de dólares.Una inversión que, en este caso, fue revertida con creces, ya que Avatar se convirtió en muy poco tiempo en la película más taquillera de la historia con una recaudación que supera los 2.800 millones de dólares. Aunque hace unos años, la entrega Endgame de Los Vengadores le robó el récord, en 2021, el regreso de Avatar a algunas salas de cine de China la volvió a poner en cabeza.La estatuilla del Óscar solo cuesta 1 dólarDinero, dinero y más dinero. Sin embargo, hay una curiosidad que muchos ignoran. Y es que el objeto más deseado de los Óscar, la estatuilla dorada del guerrero, no tiene ningún valor económico. ¿Cómo es posible? El trofeo más importante de Hollywood pesa 3,85 kilos y mide 34 centímetros. Y aunque es de bronce bañado en un oro mineral de 24 quilates, y su coste de fabricación es de unos 500 dólares, su precio legal es de un solo dólar.Para explicarlo, hay que remontarse al año 1950, año en el que la Academia estableció por ley que los ganadores del Óscar, y sus herederos, tienen prohibido venderlo sin antes ofrecérselo a la propia organización por valor de un dólar. Si el ganador se niega a firmar esta cláusula, la Academia se quedará con el premio.A pesar de todo esto, hay estatuillas anteriores a la norma que no están protegidas por ley y que han sido vendidas en grandes subastas. Llama la atención el caso de Michael Jackson, que llegó a pagar casi 1,5 millones de dólares por el Óscar a la Mejor Película que en 1940 se llevó Lo que el viento se llevó.El dinero que deja los Óscar en Los ÁngelesFinalmente, toda esta maquinaria que supone un evento de la magnitud de los Óscar proporciona grandes ingresos para la propia ciudad que lo acoge. Se calcula que Los Ángeles, la ciudad de las estrellas, ingresa 118 millones de dólares durante la celebración de la gala de los Óscar por todo lo que se mueve alrededor de la cita. Sin embargo, esa cifra es mucho más alta si se tiene en cuenta la cantidad de visitantes que recibe la región californiana a lo largo de todo el año con el atractivo de Hollywood y su paseo de la fama por bandera.¿Pero pueden estos visitantes, puede el público de a pie comprar entradas para asistir a la ceremonia de entrega de los Óscar? Aunque últimamente hay quien se pega dentro de la propia gala [Will Smith y Chris Rock], hay quien mataría por una butaca en el Dolby Theatre que acoge el evento. Lamentablemente, esto es prácticamente imposible, ya que las entradas que se pueden conseguir son muy pocas y están destinadas a invitados de los nominados. En una entrevista reciente, Antonio Banderas desveló que llegó a pagar 750 dólares por cada pase extra que adquirió para dos familiares, ya que la Academia solo permite un acompañante por invitado.Y es que nadie se quiere perder la fiesta más importante del cine, aunque son muy pocos los privilegiados que pueden colarse en ella. Todo el mundo querría ser testigo de una de las citas más glamurosas del año y que, sin duda, más dinero mueve, dentro y fuera de Estados Unidos.
Auge y caída del Teletexto, un servicio pionero para inversores
Hay un lugar donde encontrar las noticias del día, los resultados deportivos, los números de la lotería o las previsiones del tiempo. Y no es Google, sino el Teletexto, una herramienta presente en los televisores de todos los españoles... al menos de momento.Se trata de un invento británico, implantado en primer lugar por la prestigiosa BBC en los años 70. A España tardó un poco más en llegar. No fue hasta mayo de 1988, hace ahora34 años, cuando se pudo empezar a consultar el Teletexto en las 'teles' más modernas.El Teletexto era un sistema muy rudimentario, muy básico, al que se accedía con el mando de la televisión. Era, y sigue siendo, completamente gratis, pero requería un descodificador, que costaba unas 15.000 pesetas, o contar con un aparato que ya lo trajese incorporado, que costaban entre 120.000 y 180.000 pesetas, siendo los primeros de Sony o de ITT.España era por entonces un país con tan solo dos canales, la 1 y la 2, y ellos fueron los que lanzaron aquella primera versión. A pesar de los años que han pasado, el diseño era muy similar al actual, marcado por las limitaciones que imponía una interfaz con pocos colores, escasa tipografía y reducido espacio.La cadena pública invirtió 500 millones de pesetas, unos 3 millones de euros, en el proyecto. Una cantidad que recuperó rápidamente, según contaba entonces un directivo del canal, gracias al incremento de audiencia, ya que para poder consultar el Teletexto era necesario acceder al canal.Poco después llegaron las televisiones autonómicas y privadas, y con más o menos brío, también fueron lanzando sus propios servicios de Teletexto. Que eran, en forma y fondo, bastante similares. Lo dicho, estaba marcado por las limitaciones.Como si de una web prehistórica se tratase, se organizaba en páginas, a las que se accedía desde el mando con códigos de 3 cifras, que iban del 100 al 888. Y el paso de una a otra tenía el problema de que era bastante lento.Para facilitar la "navegación", todas esas páginas estaban divididas por categorías. ¿Qué se podía encontrar en el Teletexto? Principalmente, noticias. La información era la prioridad con la que nació. Información nacional, internacional, económica, deportes... Era como tener un periódico interactivo en la televisión.Por ejemplo, en una época en la que era muy difícil conocer los resultados de fútbol en tiempo real, en la que la jornada de liga no se emitía por televisión... el Teletexto permitía ver fácilmente el marcador de cada partido en directo.En el caso de las noticias económicas su labor fue fundamental, sobre todo en lo relativo en la inversión en bolsa. Hoy puede sonar raro, porque con internet podemos consultar la cotización de cualquier valor del mundo, en cualquier buscador, o en medios, como elEconomista. Pero en aquella época solo se podía consultar la información bursátil comprando el periódico, en papel, al día siguiente. También había algún programa de radio o televisión que informaba de la evolución de la bolsa, pero coincidiendo con su programación. Pero el sueño de los inversores de conocer las cotizaciones en tiempo real, actualizadas al momento, solo podía hacerse por teléfono, llamando a su broker, o acudiendo en persona al edificio de la bolsa.Y el Teletexto fue una revolución en este sentido. Permitía consultar la cotización de los principales índices bursátiles y sus títulos casi en tiempo real, con un decalaje de unos 15 minutos. Igual que ahora se puede hacer con Bloomberg, aunque es una aplicación que vale miles de euros al año. Incluía además información muy útil sobre los volúmenes negociados, y sobre todo tenía una sección sobre las acciones que mejor y peor se había comportado. Este dato es clave para calcular la beta de una acción. Permite medir el grado de correlación de una acción respecto a su propio índice, por lo que es muy útil para los analistas e inversores. Es una forma de calcular el riesgo sistemático o de mercado. Cuanto más volátil sea una acción respecto al índice del mercado, mayor será su riesgo de mercado.El Teletexto también ofrecía información de servicio, como las previsiones del tiempo en toda España, el estado del tráfico, la programación de televisión, la agenda cultural, los resultados de loterías, ayudas públicas... Pero también había espacio para contenidos más ligeros, como podía ser el horóscopo diario, crucigramas o un primitivo servicio de mensajería, con el que la gente podía hacer algo parecido a chatear con desconocidos. Y datos aún más 'frikis', de relativo éxito, como el estado de los embalses o los precios agrarios.Sin embargo, hay que destacar el papel clave que jugó el Teletexto para facilitar la accesibilidad de las personas sordas, ya que les permitía subtitular programas y series, incluso en directo en algunos casos.Por supuesto, y de cara a maximizar los ingresos del Teletexto, que requería contar con un equipo de personas que lo mantuviese vivo y actualizado, esta herramienta contaba también con publicidad, que en su momento álgido permitieron a las cadenas ingresar hasta 6 millones de euros al año.. De hecho, en los de las privadas aún se pueden ver anuncios, siendo los más destacados ahora mismo los de una conocida empresas de alarmas.Pero como en la prensa de la época, la principal fuente de ingresos estaba relacionado con los anuncios breves. El tarot es lo más habitual. Son constantes los teléfonos, la mayoría de tarificación especial, que se suceden de echadores de cartas, adivinadores, futurólogos... Es lo que más aparece a lo largo de las casi 800 páginas de este servicio. En su momento álgido también había anuncios de empleo, de contactos...Aunque los audímetros que sirven para medir las audiencias de televisión no permitían conocer el uso del Teletexto, sí que se realizaron numerosas encuestas a lo largo del tiempo para medir su popularidad. En su momento álgido, más de 10 millones de personas decían utilizar este servicio. El último estudio disponible, de 2019, aseguraba que más de 2 millones de personas seguían accediendo diariamente.Como tantos y tantos negocios y servicios, la llegada de internet y los smartphones se lo llevó por delante. En Inglaterra, por ejemplo, la BBC ya anunció el fin de este servicio. En España, aunque está de capa caída, aún nadie ha dado el paso, y mantienen el Teletexto, aunque con plantillas muy reducidas y servicios recortados.Las infinitas posibilidades que ofrece la web dejaron al Teletexto como algo obsoleto, limitado y muy lento. Si alguien quiere saber qué estrena hoy Netflix, saber el resultado de cualquier partido de fútbol del mundo, o ver si mañana lloverá, saca su teléfono del bolsillo y lo consulta.Para los nostálgicos, hay aplicaciones móviles y páginas web que permiten consultar el teletexto de cualquier canal del mundo, que suman cientos de miles de descargas en las principales tiendas de apps.Pero con cada vez menos gente sin acceso a internet, y con la aparición de nuevas aplicaciones que facilitan la accesibilidad para las personas sordas, el futuro del Teletexto es cada vez más oscuro.
William '520%' Miller, el estafador que inspiró a Ponzi
El esquema Ponzi es una estafa con más de un siglo de historia, pero que sigue plenamente vigente. No solo eso, sino que con internet, las redes sociales y las criptomonedas parecen estar viviendo un nuevo auge. Es fácil encontrarnos en Facebook o en Instagram a gente contando las ventajas y virtudes de algún tipo de inversión. ¿Por presumir? No, para tratar de captar a nuevos usuarios.Porque hace cien años, y ahora, la base de este fraude es la misma: atraer a nuevos inversores, prometiendo rentabilidades altísimas, que paguen las ganancias de los más antiguos. Este tipo de estafas pueden llegar a mantener la ilusión durante mucho tiempo, haciendo creer que son negocios sostenibles, con beneficios fruto de movimientos exitosos, siempre que la mayoría de inversores no exijan el pago total.Este tipo de fraudes, cuando no son detectados y frenados por las autoridades, pueden finalizar de varias formas: porque el operador desaparece, llevándose todo el dinero; cuando el número de nuevos inversores disminuye y ya no se pueden cumplir con los beneficios prometidos; o cuando la economía se hunde y provoca el colapso del esquema, como pasó con Bernie Madoff en 2008.Una parte del funcionamiento de los esquemas Ponzi se comparte con las estafas piramidales, muy similares en general, pero con algunos matices que las diferencian. Así, mientras con Ponzi el objetivo es lograr nuevas inversiones de los estafados ya captados, en el caso de las pirámides la clave es lograr un sistema de red que atraíga a nuevos usuarios dispuestos a invertir.A lo largo de los años ha habido estafas con el sistema Ponzi de gran notoriedad. Uno de los más recientes es el de OneCoin, cuyo creador aseguraba que su valor iba a superar el del BitCoin. Han muerto recientemente Bernie Madoff, responsable del mayor fraude de este tipo; y Lou Pearlman, antiguo manager de bandas como Back Street Boys o Nsync, que también desarrolló un fraude de este tipo. La estafa de los quesitos afectó a víctimas en Perú y Chile. En Argentina fue famosa la estafa de 'El Telar de la Abundancia', que afectó incluso a actrices famosas.Estas son versiones modernizadas y adaptadas a sus tiempos de un fraude que, en realidad, se llevaba a cabo desde mucho antes, basados en la fórmula conocida como 'Robar a Pedro para pagar a Pablo', o 'Tomar prestado a Pedro para pagar a Pablo', que se acabó llamando 'la maniobra de los apóstoles', y que ya se conocen desde el siglo XVIII.En aquella época destacaron los casos de la actriz Adele Spizeder o de Sarah Howe... Y en España el de Baldomera Larra, hija del escritor Mariano José de Larra, y la primera estafa de este tipo conocida en nuestro país.Pero en la historia de esta estafa hay dos personajes fundamentales históricamente. El primero es Carlo Ponzi, a la postre el que acabaría dándole nombre al fenómeno. El fue además el que lo internacionalizó y le dio fama mundial. En los años 20 del pasado siglo, en Boston, este inmigrante italiano fue capaz de captar entre 15 y 20 millones de dólares de la época. Para ello, prometía rentabilidades del 50% en tan solo 45 días.Aseguraba que podía lograr estos beneficios gracias a sus inversiones en cupones de respuesta internacional. Este era el sistema que utilizaban los emigrantes para que sus parientes europeos, empobrecidos, pudieran responder a su correspondencia.Durante los primeros meses, el negocio funcionó con éxito, un aspecto clave para que este fraude funcione. Colas de gente se acumulaban a las puertas de su oficina para invertir. Pero tras una investigación periodística y otras de las autoridades, descubrieron que detrás de la empresa no había nada. Que ni siquiera había invertido en dichos cupones de respuesta internacional.Preocupados, los inversores trataron de recuperar su dinero... y ya fue imposible. Ponzi acabó en la cárcel, exiliado de vuelta a Italia, y falleció a los 66 años, en Brasil, viviendo casi en la pobreza.La otra figura clave en la evolución de esta estafa es William F. Miller, que fue el inspirador del propio Ponzi, y el primero en modernizar el fraude. Este contable de Brooklyn, a principios del Siglo XX, fue arrestado por desarrollar un esquema Ponzi... antes incluso de que se llamase así.Regentaba un negocio, Franklin Syndicate, que prometía rendimientos semanales del 10%. Una loquísima rentabilidad que le valió el apodo de 'Mister 520%'. Aseguraba que había descubierto los secretos de Wall Street, que contaba con información privilegiada.Los primeros inversores a los que convenció fueron compañeros suyos en un club de estudio de la Biblia en el que participaba. Estos recibieron sus reembolsos rápidamente, patrón que ya hemos visto en casos anteriores. La voz se fue corriendo, fue ganando fama, y llegaron a ser miles de personas las que decidieron meter sus ahorros en el negocio de Miller.El dinero llegaba a espuertas. En su mejor mes llegó a recibir 430.000 dólares, y en total el monto captado rondó el millón, lo que equivale a unos 25 millones actuales. Pero como el ritmo de reembolsos era imposible de mantener, pronto se vio en problemas. Consciente de que no tenía escapatoria, diseñó su plan de huida. Para ello, contrató a un abogado, Robert Amonn. Le entregó 240.000 dólares, supuestamente los últimos que le quedaban. Y le encargó una labor: que le hiciese pagos regulares. Con la orden dada, huyó a Canadá. El abogado, otro buen estafador, no llegó a hacer ni un envío.En febrero de 1900, Miller acabó siendo detenido, y condenado a 10 años de cárcel. Pero en prisión cambió, decidió convertirse en una persona más honesta, y alejarse del camino del crimen. Logró ser liberado en solo 5 años, y al salir puso una tienda de alimentación en Long Island.Con su experiencia a cuestas, fue uno de los primeros en advertir sobre la estafa de Ponzi. Cuando fue preguntado por un periodista del New York Evening World, cuestionó cómo Ponzi era capaz de ganar tanto dinero en tan poco tiempo, semanas antes de que su tinglado se desmoronara.